CADA DÍA SU AFÁN

LAS ANTÍFONAS MAYORES

 

En la antigua liturgia hispana, el 18 de diciembre se celebraba la fiesta de Santa María. El pueblo la ha llamado “la Virgen de la O”, porque en las primeras vísperas de esa fiesta se cantaba la primera de las antífonas mayores del Adviento. Y en ellas se recoge un asombro que en siete días consecutivos va anticipando la celebración del nacimiento de Jesús.

El día 17 en la primera de ellas pedimos a la Sabiduría de Dios que nos oriente en el camino de la vida: “¡Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstrame el camino de la salvación”.

La segunda antífona, que se canta el día 18, identifica al Jesús que esperamos con el Dios eterno que libró al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto: “Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ven a librarnos con el poder de tu brazo”.

El día 19, la tercera antífona recuerda el tronco de Jesé, padre del rey David, que florece en Jesús como bandera de esperanza para la humanidad: “Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a librarnos no tardes más”.

La llave y el cetro que se mencionan el día 20 en la cuarta antífona evocan el poder de Dios que puede liberar a la humanidad de la oscuridad: “Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte”.

El día 21 de nuevo aparecen las tinieblas en la quinta antífona, para subrayar la luz que esperamos del nacimiento y de la presencia de Jesús entre nosotros: “Oh Sol, que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte”.

El día 22, la sexta antífona menciona al mundo pagano y al mundo judío, para pedir al Rey la salvación de las gentes y la armonía entre los pueblos: “Oh Rey de las naciones y deseado de los pueblos, piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra”.

 El día 23 se menciona de nuevo a los pueblos, que esperan la luz y la salvación de Jesús. Él es el legislador definitivo, que es invocado en la séptima antífona con el título sagrado de Emmanuel, o Dios con nosotros: “Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro,  esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro”.

Estas siete antífonas mayores son otras tantas confesiones de nuestra debilidad. Son, además, siete cantos serenos y gozosos que nos ayudan a recobrar la esperanza en Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.

 

José-Román Flecha Andrés