Para alcanzar el perdón de los
pecados
P. Fernando Pascual
5-12-2020
Un autor anónimo de los
primeros siglos cristianos publicó una obra con el título “Sobre las diversas
maneras de alcanzar la propia salvación y sobre la penitencia”. En dicha obra
enumeraba 10 medios con los cuales podíamos obtener el perdón de los propios
pecados.
¿Cuáles eran? La enumeración
es sencilla y sugestiva:
1. No condenar a los demás.
2. Perdonar las ofensas.
3. Ser humilde.
4. Las lágrimas.
5. La oración.
6. La limosna y las obras de
misericordia.
7. Las enfermedades y las
tribulaciones.
8. La conversión a la fe
verdadera.
9. La oración continua.
10. Confesar a Cristo ante un
tirano infiel.
Esta enumeración, desde luego,
está unida a las enseñanzas de la Iglesia sobre la confesión sacramental, que
encontramos explicadas en el “Catecismo de la Iglesia Católica” (especialmente
en los números 1422-1470), pero recoge una serie de acciones y de disposiciones
interiores que nos abren a la reconciliación.
A lo largo del día, las
tentaciones nos asedian. El pecado está dentro de nuestro corazón, y el mundo
externo promueve numerosos vicios de diverso tipo.
Cuando el mal nos ha herido,
el amor a Dios, recibido como gracia, nos lleva al arrepentimiento, que incluye
el deseo de confesarnos como enseña la Iglesia. Además, nos impulsa a realizar
obras sencillas, como las enumeradas, para abrirnos al gran regalo del perdón.
Llevar a cabo las obras
propuestas por aquel autor antiguo puede parecer difícil, pero no lo es cuando
tenemos verdadero dolor por nuestros pecados. Porque esas obras recogen una
tradición de la Iglesia sobre la penitencia, y están muy unidas al amor al
prójimo y a la imprescindible virtud de la humildad.
Además, son obras que están en
nuestras manos. ¿Quién no tiene algo que perdonar a otros? ¿Quién no es capaz
de emprender una oración humilde y confiada? ¿Quién no puede hacer limosna y
otras obras de misericordia?
Cada día puedo disponer mi
alma al gran regalo de la misericordia. A través de actos sencillos, de pasos
concretos, mi corazón se orienta a vivir la caridad, en la que se unen, como
enseña Cristo, el amor a Dios y el amor a los hermanos.
(La enumeración aquí recogida
se encuentra en la siguiente publicación: Tomás Spidlik,
“Sentire e gustare le cose internamente. Letture per gli esercizi spirituali”, Lipa, Roma
2006).