COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO SEXTO: 8

Padre Arnaldo Bazán

"No amontonen tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonen más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón"(6,19-21).

Uno de los problemas que tenemos los seres humanos es el cómo ganar y usar el dinero. Y no porque el dinero sea algo malo, sino porque fácilmente lo codiciamos.

La codicia consiste en no estar nunca satisfecho con lo que se tiene. El codicioso siempre quiere tener más y más. Puede considerarse sinónima de la avaricia, que es uno de los siete pecados capitales.

¿Es que acaso ser rico es pecado? Claro que no, sobre todo si uno no pone en el dinero su confianza y su esperanza. Pero para una mayoría es difícil separar una cosa de la otra.

Querer tener más no es en sí un pecado, pero depende de la forma en que queramos aumentar lo que tenemos.

Cuando se usa de medios honrados, legales y morales, no hay ninguna objeción a procurar aumentar el patrimonio.

Pero no todo el mundo respeta eso. Muchos son los que se dejan llevar de la codicia para buscar tener más por cualquier medio a su alcance. Y esto puede tener funestas consecuencias para muchas personas. Cuando uno explota a otro para aumentar sus ganancias está pecando.

Cuando uno roba, está pecando, a no ser que lo haga solo en un caso de extrema necesidad, para poder sobrevivir, que es cuando el derecho a la vida está por encima del derecho de propiedad.

Jesús nos enseña a tener las riquezas como algo secundario en nuestra vida, usándolas para hacer el bien, siempre que las mismas hayan sido adquiridas por medios lícitos.

Si vemos que en el mundo hay tanta injusticia es por una sola razón: los codiciosos lo quieren todo para sí, y no ponen a trabajar el dinero para el bien de todos.

Este es el supremo ideal: que todos se beneficien. No necesariamente estamos todos obligados a repartir los bienes entre los pobres, pero sí estamos obligados compartir y luchar para que pobres sean solo aquellos que tienen lo necesario para vivir.

Un cristiano, aunque sus bienes sean lícitos, no puede quedar tranquilo mientras haya personas viviendo en condiciones indignas de un ser humano.

Arnaldo Bazán