El Papa Francisco y la droga
P. Fernando Pascual
27-11-2020
A lo largo del siglo XX, y
también en el inicio del siglo XXI, se han confrontado, y se siguen
confrontando, dos mentalidades, una a favor de la legalización de la droga, y
otra en contra.
Sobre este tema, que implica
no solo a políticos y legisladores, sino, sobre todo a millones de seres
humanos afectados por la droga y de sus familiares y amigos, pueden ser de
ayuda tres reflexiones del Papa Francisco, de los años 2014, 2016 y 2018.
La primera reflexión fue parte
de un discurso del Papa el 20 de junio de 2014, dirigido a los participantes de
la International Drug Enforcement
Conference:
“Quisiera decir con mucha
claridad: la droga no se vence con la droga. La droga es un mal, y con el mal
no se puede ceder o pactar. Pensar en poder reducir el daño, consintiendo el
uso de psicofármacos a las personas que siguen consumiendo droga, no resuelve
en absoluto el problema. Las legalizaciones de las así llamadas drogas ligeras,
incluso parciales, además de ser cuanto menos discutible a nivel legislativo,
no producen los efectos que se habían fijado. Las drogas sustitutivas, además,
no son una terapia suficiente, sino un modo disimulado de rendirse ante el
fenómeno. Quiero reafirmar lo que ya he dicho en otra ocasión: no a todo tipo
de droga”.
Fueron palabras claras, que
vale la pena recordar cada vez que se vuelve a proponer la legalización de las
así llamadas drogas ligeras, como la marihuana, y de cualquier sustancia que
genere dependencia y altere de modo importante la mente y el autocontrol de las
personas.
La segunda reflexión procede
de las palabras que el Papa Francisco pronunció en un encuentro de la
Pontificia academia de las ciencias titulado “Narcóticos: problemas y
soluciones de esta lacra mundial”, el 24 de noviembre de 2016.
El Papa se fijaba entonces, de
modo especial, en los motivos que llevan a muchas personas a caer en la
dependencia de la droga:
“Y no es de extrañar que haya
tanta gente que caiga en la dependencia de la droga, pues la mundanidad nos
ofrece un amplio abanico de posibilidades para alcanzar una felicidad efímera,
que al final se convierte en veneno, que corroe, corrompe y mata. La persona se
va destruyendo y, con ella, a todos los que están a su alrededor. El deseo inicial
de huida, buscando una felicidad momentánea, se transforma en la devastación de
la persona en su integridad, repercutiendo en todas las capas sociales”.
A continuación, en ese mismo
discurso, el Papa destacaba la importancia de analizar mejor el problema en sus
diversas dimensiones:
“En este sentido, es
importante conocer cuál es el alcance del problema de la droga, que es
destructor, es esencialmente destructor, y, sobre todo, la vastedad de sus
centros de producción y de su sistema de distribución. Las redes, que
posibilitan la muerte de una persona. La muerte no física, la muerte psíquica,
la muerte social. El descarte de una persona”.
Ante este drama, ante los
daños enormes que sufren quienes han sucumbido a la droga y quienes viven cerca
de estas personas, el Papa proponía, en un discurso del 1 de diciembre de 2018,
dirigido a los participantes en una Conferencia Internacional sobre las drogas
y las adicciones, una reacción por parte de toda la sociedad:
“Toda la comunidad en su
conjunto es interpelada por las actuales dinámicas socioculturales y formas
patológicas derivadas de un clima cultural secularizado, marcado por el
capitalismo de consumo, la autosuficiencia, la pérdida de valores, el vacío
existencial, la precariedad de los vínculos y las relaciones. Las drogas, como
ya se ha señalado en varias ocasiones, son una herida en nuestra sociedad, que
atrapa a muchas personas en sus redes. Son víctimas que han perdido su libertad
a cambio de esta esclavitud, de una dependencia que podemos llamar química”.
Ante la esclavitud de la
droga, que algunos parecen promover e incentivar con la legalización de su
consumo, y que otros alimentan con un tráfico de mercancías nocivas que dañan a
millones de seres humanos, hace falta un trabajo conjunto de toda la sociedad.
Como decía el Papa en el
primer texto citado, “la droga no se vence con la droga”. Se vence con la
promoción de una sana vida ética, con relaciones familiares y sociales
gratificantes y abiertas al servicio, con modelos sociales que no promuevan el
consumismo egoísta sino la solidaridad en todos los ámbitos de la vida social.