COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO
QUINTO: 21
Padre
Arnaldo Bazán
“Porque
si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa van a tener? ¿No hacen eso
mismo también los publicanos? Y si no saludan más que a sus hermanos, ¿qué
hacen de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?"(5,46-47).
Es difícil encontrar una persona
que no ame en absoluto. Ni siquiera se daría esto entre los hombres de las
cavernas.
El amor natural a los seres que nos
rodean nace solo. Para eso no hay que obligar al corazón.
Incluso esas personas que
consideramos “odiosas” puede que así aparezcan porque su problema es que se
sienten abandonados y sin amor.
Todos tenemos preferencias en eso
del amor. Y es algo lógico. No se puede amar a un extraño como se ama a un
familiar o a un amigo. Amar al que nos ama no tiene
mérito alguno.
Pero lo que Jesús quiere de sus
discípulos es que demos un paso adelante, que seamos en eso mejores que nadie.
Y el sabe que esto no es fácil. Necesitamos de la
fuerza del Espíritu para lograrlo.
Si reducimos la palabra prójimo,
como solían hacer los judíos de su tiempo, a los que pertenecen a la misma
raza, tribu o nación, entonces no hemos llegado a entender a Jesús. Eso lo hace
cualquiera.
Por lo tanto hemos de extender la
palabra “prójimo” a todos los seres humanos, y hay razones poderosas para ello.
Los que creemos que Dios es nuestro
Padre aceptamos, como un principio sin discusión, que todos los seres humanos
fuimos creados por El con igual dignidad. A todos el Padre los considera sus
hijos, de modo que, para El todos somos hermanos, miembros de una sola familia
humana.
Es cierto que no todos quieren
acceder, por ignorancia o por propia decisión, a la familia de Dios, pero eso
no excluye lo anterior.
De modo que si bien tenemos todos el derecho a tener preferencias, no lo tenemos para
discriminar y menos aborrecer a los que no forman parte de nuestro círculo
íntimo. Y aquí tendríamos que incluir a los que no comparten nuestras ideas,
nuestra religión o nuestras preferencias políticas. Separar a los demás porque
no pensamos o creemos lo mismo, es algo contrario al Evangelio.
Esas maneras de obrar han llevado a
los humanos a estar en constantes guerras los unos contra los otros. Nuestro
deber cristiano es trabajar porque en el mundo pueda haber comprensión y mutua
aceptación, respetando nuestras diferencias y formas de ser y pensar.
ue
dice Pablo en la Carta a los Romanos: "No te dejes vencer por el mal;
antes bien, vence al mal con el bien" (12,21).