La dignidad humana y su
fundamento
P. Fernando Pascual
14-11-2020
Existe una aceptación casi
universal sobre la dignidad humana. Es necesario usar el “casi”, pues no todos
reconocen esa dignidad y, por desgracia, hay muchos que atentan contra la
dignidad de otros.
El respeto de la dignidad
necesita sostenerse desde verdades que sean reconocidas y aceptadas por todos.
También aquí hay problemas, pues existen teorías diferentes sobre la dignidad,
incluso quienes niegan la dignidad de algunos seres humanos.
En su encíclica “Fratelli tutti” (4 de octubre de
2020), el Papa Francisco considera que no se reconoce adecuadamente la dignidad
humana si se adopta una visión relativista, pues el relativismo, “envuelto
detrás de una supuesta tolerancia, termina facilitando que los valores morales
sean interpretados por los poderosos según las conveniencias del momento” (n.
206, una idea parecida en el n. 209).
Por lo tanto, las sociedades
necesitan encontrar un válido fundamento de la dignidad humana, para evitar los
riesgos que seguirían de no reconocerla. Solo entonces esas sociedades pueden
tener garantizado, dentro de los límites de la historia, su futuro (“Fratelli tutti”, n. 207).
Un poco más adelante, en la
misma encíclica, el Papa señala la importancia de recordar que la verdad “no es
sólo la difusión de hechos que realiza el periodismo. Es ante todo la búsqueda
de los fundamentos más sólidos que están detrás de nuestras opciones y también
de nuestras leyes. Esto supone aceptar que la inteligencia humana puede ir más
allá de las conveniencias del momento y captar algunas verdades que no cambian,
que eran verdad antes de nosotros y lo serán siempre. Indagando la naturaleza
humana, la razón descubre valores que son universales, porque derivan de ella”
(“Fratelli tutti”, n. 208)
Cuando el relativismo queda
puesto a un lado en este tema, y las mentes se abren seriamente a la búsqueda
de sólidos fundamentos sobre la dignidad humana, es posible un mayor compromiso
para respetar tal dignidad en todos y en cada uno de los seres humanos.
En la encíclica antes citada,
Francisco complementa estas ideas en un párrafo que vale la pena copiar por
entero:
“Si hay que respetar en toda
situación la dignidad ajena, es porque nosotros no inventamos o suponemos la
dignidad de los demás, sino porque hay efectivamente en ellos un valor que
supera las cosas materiales y las circunstancias, y que exige que se les trate
de otra manera. Que todo ser humano posee una dignidad inalienable es una
verdad que responde a la naturaleza humana más allá de cualquier cambio
cultural. Por eso el ser humano tiene la misma dignidad inviolable en cualquier
época de la historia y nadie puede sentirse autorizado por las circunstancias a
negar esta convicción o a no obrar en consecuencia. La inteligencia puede
entonces escrutar en la realidad de las cosas, a través de la reflexión, de la
experiencia y del diálogo, para reconocer en esa realidad que la trasciende la
base de ciertas exigencias morales universales” (“Fratelli
tutti”, n. 213).
Frente a los ataques a la
dignidad de seres humanos en el pasado y en el presente, la inteligencia humana
puede encontrar el fundamento de esa dignidad, la cual vale siempre y desvela
esa común naturaleza que nos caracteriza y que va más allá de las diferencias
que algunos usan como instrumento para contraposiciones y conflictos
arbitrarios.
Todos somos partes de una
misma humanidad, y todos estamos bajo la mirada de un mismo Dios, que es
nuestro Padre. Ahí radica nuestra común dignidad. Desde la misma podemos
trabajar, en unión con tantos y tantos hombres de buena voluntad, para
construir un mundo donde sea posible establecer lazos de respeto y de amor que
hagan mucho más hermosa la experiencia de la existencia terrena.