COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO QUINTO: 9

Padre Arnaldo Bazán

 

 “Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa”.(5,14-15)

Si bien la salvación nos viene por pura gracia de Dios, ya que, porque nos ama, nos envió a su Hijo para que fuera nuestro Redentor, las palabras de Jesús nos aclaran que tenemos, si queremos salvarnos, cumplir primero con nuestra obligación de alumbrar el mundo con nuestras obras.

De los primeros cristianos se dice que eran admirados por los paganos precisamente por la forma en que se amaban.

Cuando hacemos una obra buena es como si estuviéramos encendiendo una luz. Podemos decir bellas frases acerca de Dios, pero si lo que hablamos no va acompañado con el testimonio de nuestra vida, esas palabras no van a convencer a nadie.

Los que nos llamamos cristianos hemos alejado con nuestras malas acciones a muchos, que quizás, si hubieran visto en nosotros un constante ejemplo de una vida sin tacha, habrían cambiado su vida convirtiéndose en discípulos de Jesús.

Pero, por el contrario, cuando ven que, a pesar de lo que decimos, somos egoístas, hipócritas, pendencieros, ambiciosos y lujuriosos, el mal ejemplo tiene mucho más fuerza y les hacemos pensar que ser cristianos no vale realmente la pena. ¿Para qué convertirse?

Cristo tiene que ser para nosotros el modelo supremo en nuestra vida. Ser cristianos es, sobre todo, ser imitadores de Cristo.

El pasó su vida haciendo el bien, como dijo san Pedro (Hechos 10.38).

Así todo el mundo tendría que hablar de nosotros. Y aunque es imposible convencer a todo el mundo y menos librarnos de las críticas de los enemigos del bien, que también los vimos litigar y buscar la muerte de Jesús, estaríamos tocando profundamente a todos aquellos que están abiertos a la búsqueda de Dios y la salvación.

No dejemos que otros se pierdan por nuestra causa. Recordemos las palabras de Santiago, de que quien salva a un pecador tiene asegurada su salvación (ver Santiago 5,19-20). Por el contrario, si somos los causantes de la condenación de otros, también seremos condenados por haber sido motivos de escandalo y pecado, y no de salvación.

Arnaldo Bazán