COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO
QUINTO: 8
Padre Arnaldo
Bazán
A Jesús le gustaba usar de
comparaciones que todo el mundo pudiera entender, tomadas de la vida cotidiana.
La sal ha sido usada desde muy
antiguo para cocinar. Sabemos que da un sabor especial a la comida. Por otro
lado tiene una peculiaridad excelente, y es que preserva de la corrupción.
En tiempos en que no existía ningún
medio para conservar los alimentos, el uso de la sal era mucho más importante
que ahora, en que contamos con refrigeradores y otros artefactos para almacenar
los distintos productos sin problemas de que éstos se echen a perder.
Al afirmar Jesús que sus discípulos
son la sal de la tierra está pensando, ciertamente, en las dos propiedades del
elemento: preservar y dar sabor.
Nosotros debemos que ser un
importante instrumento de mejoramiento espiritual en el mundo, por medio de
nuestro ejemplo. Cristianismo y corrupción son dos términos incompatibles.
Ambos se repelen.
No hablo, desde luego, de condición
pecadora, que es algo diferente. Uno a veces comete pecados por esa debilidad
congénita, esas limitaciones propias del ser humano. La corrupción es otra
cosa, pues se trata de una degradación que lleva al ser humano a actuar más
como bestia que como hombre, permitiendo que el mal profundice, hasta el punto
de dedicar la vida a la búsqueda de la salvación en el disfrute de las cosas
del mundo, dando así completamente la espalda a Dios y a todo lo espiritual.
El cristiano tiene que influir
poderosamente con su manera de pensar y de vivir en lo que ocurre a su
alrededor.
Si aplica las enseñanzas de Jesús
en su vida será sal purificadora que no solo evitará la corrupción propia sino
que ayudará a que otros se liberen de ella.
Si la sal da sabor a los alimentos,
el cristiano está llamado a dar buen sabor de Cristo a todas las actividades,
sean éstas de trabajo, culturales o de pura diversión.
Ser sal es una misión importante
que Jesús nos encomienda. Hagamos del Evangelio nuestra forma de vida y
estaremos dando sabor y preservando este mundo en que vivimos.
Arnaldo Bazán