COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO QUINTO: 7

Padre Arnaldo Bazán

 

 

 "Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a ustedes" (5,12).

Si tenemos que regocijarnos es porque ser perseguidos es algo bueno. ¡Y cuán poco nos gusta a nosotros eso de las persecuciones!

Preferiríamos que todo el mundo nos aceptase sin problemas, y que pasáramos por la vida en son de triunfo.

Esa fue una mentalidad que estuvo de moda algún tiempo en la Iglesia. Se quería una Iglesia triunfante, líder del mundo, obedecida por todos. Pero esa es la Iglesia del cielo. Así nos lo enseña la misma Iglesia. La nuestra, la de la tierra, es la Iglesia militante, es decir la que lucha en medio de las adversidades, pero combatiendo no con las armas letales que tanto gustan a los humanos, sino con las armas del Espíritu.

¿Es que acaso la Iglesia puede convertirse en el Reino de Dios en la tierra? Pues no, porque el propio Cristo nos dice que su Reino no es de este mundo.

Así respondió Jesús a Pilato: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí" (Juan 18,36).

Otra cosa es que digamos que el Reino de Dios comienza y se desarrolla aquí en la tierra, pero su plenitud solo será alcanzada en el cielo.

Nos narra el libro de los Hechos, que después de su resurrección, estando Jesús a punto de despedirse de sus apóstoles, les advirtió que no se ausentasen de Jerusalén, pues tenían que ser bautizados en el Espíritu Santo. Ellos le preguntaron: "Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?". El les contestó: "A ustedes no les toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad, sino que recibirán la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra" (1,7-8).

El poderío de la Iglesia está en su fidelidad a Jesucristo, dando testimonio de El ante el mundo. Por algo la palabra testigo es sinónimo de mártir.

Los cristianos debemos tener siempre presente la advertencia de Jesús: "Acuérdense de la palabra que les he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también los perseguirán a ustedes; si han guardado mi Palabra, también guardarán la de ustedes"(Juan 15,20).

 

Arnaldo Bazán