COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO QUINTO: 4

Padre Arnaldo Bazán

 “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”(5,7-8).

En la Biblia aparecen multitud de veces las palabras misericordia y misericordioso para referirse al Señor. Su significado es claro: Dios tiene un corazón que se compadece. Claro que el término “corazón” es alegórico tratándose de Dios. Con todo Jesús quiere que imitemos el corazón de nuestro Padre ejerciendo tambien la misericordia con los demás.

Acorde con las enseñanzas de Jesús, la Iglesia nos habla de obras corporales y espirituales de misericordia. Las primeras las señaló el Señor al hablar del juicio universal al final de los tiempos (ver Mateo 25,35-44). Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, etc., son las formas con las que podemos practicar la misericordia con aquellos que están más necesitados de ella.

Pero también hay otras formas de ejercer la misericordia, como cuando enseñamos al que no sabe, ayudamos a otros a conocer a Dios o estamos dispuestos a perdonar las injurias que recibimos del prójimo.

Hay personas cuyas necesidades son más espirituales que materiales, y a ésas debemos también socorrer. Dar de nuestro tiempo para oír los problemas de un amigo, o hasta de un desconocido, es una buena forma de ejercer la misericordia, aunque no tengamos una solución a lo que nos plantea.

Al que es misericordioso, nunca le faltará la misericordia divina, como claramente Jesús nos promete.

En cuanto a la pureza de corazón, podríamos decir que es la ausencia de malicia en el trato con los demas.Aun popularmente hablamos de una persona que tiene un “corazón de oro” para referirnos a alguien que es generoso e incapaz de doblez o de traición. La limpieza del corazón no puede restringirse a la castidad, aunque ese aspecto también está incluido. Lógicamente la persona que se deja llevar por los vicios, sean éstos de índole sexual o de otro género, como el alcóhol, las drogas, o la ambición por el dinero, corrompe su corazón y pierde la limpieza que Dios exige.

Ver a Dios es la promesa que se agrega como premio a esta bienaventuranza. Y es que la limpieza del corazón es sinónimo de santidad. No se concibe una persona santa que, al mismo tiempo, sea corrupta. Y Dios, desde muy antiguo, nos lo pide, como cuando dice: "santifíquense y sean santos, pues yo soy santo" (Levítico 11,44).

Arnaldo Bazán