Un experto que reconoce su
ignorancia
P. Fernando Pascual
8-11-2020
Los “expertos” hablan sobre
economía, sobre salud pública, sobre el clima, sobre las creencias de la gente.
Hay expertos para muchos
temas, y se hacen más presentes en situaciones de urgencia, como una epidemia o
una crisis económica.
Algunos expertos ofrecen
afirmaciones sobre el presente y sobre el futuro con una seguridad que parece
convincente.
“La vacuna estará lista para
la próxima primavera”. “Las exportaciones empezarán a aumentar en el verano”. “El
paro disminuirá en el próximo año”.
A veces aparece algún que otro
experto que, con datos más o menos concretos, reconoce sinceramente: “La
verdad, no sabemos todavía cómo se desarrollará la epidemia en los próximos
meses”.
Un experto así puede tener más
o menos informaciones (como los expertos que hablan con seguridad y convencidos
de lo que dicen). Lo que le caracteriza es una posición de fondo: no tengo (no
tenemos) datos suficientes para hacer previsiones fiables.
Ese experto, por lo tanto,
reconoce su ignorancia. Eso puede parecer algo normal, pues cada ser humano
sabe algunas cosas y desconoce muchas otras.
Pero no es tan normal
reconocer en público la propia ignorancia. En parte, porque nos gusta dar una
apariencia de personas bien informadas. En parte, porque no nos gusta mostrar
nuestra falta de conocimientos, sobre todo cuando se supone que tendríamos que
conocer un tema con mayor exactitud.
Ante tantas voces de
especialistas y de expertos muy seguros de sí mismos y, en bastantes ocasiones,
que se contradicen unos a otros, la existencia de otros expertos que reconocen
su ignorancia nos ayuda a recordar lo difícil que son ciertos temas, acerca de
los cuales es difícil dar con respuestas claras y “seguras”.
Sobre todo, los expertos que
reconocen la propia ignorancia hacen más visible la necesidad de un esfuerzo
constante y serio por conocer mejor los hechos que más nos interesan para así
alcanzar opiniones sensatas, muchas veces provisionales, sobre el mundo en el
que vivimos.