Puritanismo izquierdista
P. Fernando Pascual
11-10-2020
Considerarse como los mejores,
los justos, los progresistas, los triunfadores, es algo que caracteriza a un
buen número de personas que se consideran de izquierdas.
Su actitud podría ser llamada “puritanismo
izquierdista”. Existen, desde luego, puritanismos derechistas (quizá menos
frecuentes), o de centro, o de otras tendencias humanas.
Entre los aspectos del
puritanismo izquierdista, destaca ese continuo declarar que los otros serían
enemigos de la sociedad, retrógrados, injustos. A menudo, para estigmatizar con
fuerza una propuesta “enemiga” se recurre a la palabra “fascista” o “ultra”.
Cuando el puritanismo de
izquierda etiqueta a otros como fascistas, busca lo que considera la mayor
condena, la descalificación que tumba a los adversarios y los coloca en la
lista denigratoria de los autoritarios y enemigos de la democracia.
Desde luego, un puritano
izquierdista puede reconocer que también entre sus afines existe corrupción o
se cometen errores que pueden dañar a un país. A pesar de ello, el puritano
presume de su limpieza profunda, sobre todo si se considera un convencido
antifascista.
Pero la realidad nunca puede
quedar atrapada por etiquetas fácilmente puestas a los otros o autoimpuestas a
uno mismo. Porque hoy, como ayer, los buenos y los malos están presentes en
todos lados. Y porque ayer, como hoy, en las izquierdas y en las derechas
conviven los sinvergüenzas y los honestos, los violentos y los dialogantes.
Por eso, cuando superamos el puritanismo
(de izquierda o de derechas) y empezamos a ver a cada ser humano como es en sí
mismo, los ojos, la mente y el corazón son capaces de descubrir que incluso en
el “enemigo” (llámese fascista o comunista) hay aspectos buenos o malos que los
prejuicios no alcanzan a reconocer.
Dejar de lado el puritanismo
izquierdista (y cualquier otro puritanismo) es posible con buena voluntad,
sentido común y, sobre todo, amor a la verdad. Una verdad que en ocasiones
cuesta, pero que siempre engrandece el corazón al dejar a un lado mentiras y
errores dañinos.
Entonces ya no se incurrirá en
la pretensión de ser los únicos mejores ni de condenar a los otros como
enemigos a destruir, sino que se abrirán espacios al sano debate público que
tanto ayuda a promover convivencias basadas en la justicia y en la búsqueda
sincera del bien para todos.