Ante los obstáculos

P. Fernando Pascual

30-9-2020

 

Los obstáculos forman parte de la vida. A veces son sencillos, cotidianos: no encuentro el cable para conectar un aparato y tardo varios minutos hasta dar con él.

 

Otras veces son más complejos: el autobús no llega en el horario previsto, tengo que cancelar una cita médica, y el doctor me avisa que tiene ocupada su agenda para los próximos días.

 

Ante los obstáculos podemos experimentar impaciencia, rabia, o reaccionar con violencia y prisas para superar la barrera que nos hace difícil alcanzar una meta deseada.

 

Podemos también acoger el obstáculo con una resignación que parece derrotismo, como quien se rinde y piensa que ha de renunciar a algo y que ya no existan nuevas oportunidades.

 

Lo mejor sería analizar con serenidad cada obstáculo, buscar el modo concreto de superarlo, ver las alternativas disponibles, y reconocer que muchos problemas, tarde o temprano, pueden superarse.

 

Es cierto que hay obstáculos que son como un muro definitivo: un accidente puede dejar una cojera que hará imposible volver a realizar ciertas actividades que eran parte de nuestra rutina.

 

Pero incluso ante ese tipo de obstáculos podemos reconocer lo que dice la frase popular: cuando se cierra una puerta se abre una ventana.

 

Es decir: un obstáculo que clausure definitivamente un camino de la propia vida siempre nos dejará espacio para otras opciones hacia las que podemos orientar nuestra mente, nuestro corazón y nuestra voluntad.

 

Sabemos, sobre todo, que existe un Dios que no solo vence al mal con el bien, sino que nos acompaña, nos llena de esperanza, y nos desvela poco a poco el sentido de cada obstáculo y el modo de afrontarlo con la mirada puesta en Su Amor eterno.