COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO
CUARTO: 1
Padre Arnaldo Bazán
"Entonces
Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el
diablo" (4.1).
Hay en la zona montañosa del
desierto de Judea, a unos cuatro kilómetros de Jericó, una montaña de poco más
de trescientos metros de altura, a la que se llama de la Cuarentena, por
creerse que fue allí donde Jesús sufrió las tentaciones de Satanás. Jesús era
guiado por el Espíritu Santo luego de ser ungido después del bautismo en el
Jordán. Es difícil entender el por qué tuvo Jesús que
acudir al desierto a prepararse para su misión apostólica y menos todavía para
ser tentado.
La carta a los Hebreos nos da una
pista: "Pues, habiendo sido probado en el sufrimiento, puede ayudar a los
que se ven probados" (2,18). Como también: "Pues no tenemos un Sumo
Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo
igual que nosotros, excepto en el pecado" (4,15).
De esto se deduce que Jesús, aunque
no necesitaba nada de eso, pues en modo alguno tenía que ayunar y no podía ser
vencido por el diablo, con todo quiso darnos un ejemplo con su propia vida.
Y es que la tentación, en sí misma,
no es mala. A veces es el propio Dios quien nos prueba, como en el caso de
Abraham al pedirle que matara a su hijo Isaac: "Después de estas cosas
sucedió que Dios tentó a Abraham y le dijo: “¡Abraham, Abraham!” El respondió:
“Heme aquí” (Génesis 22,2).
Y Jesús mismo nos enseña que no
pidamos ser libres de la tentación sino no caer en ella: y no nos dejes
caer en tentación (Lucas 11,4).
Si Satanás no tenía poder sobre
Jesús, tampoco lo tiene contra quien está unido a Jesús. Por eso no tenemos que
temer la tentación, pero sí estar apartado de Aquel que es nuestra fortaleza.
Por otro lado, también el cristiano
tiene a su favor la gracia del Espíritu Santo. Este nos ha sido dado, tanto en
el Bautismo como en la Confirmación, para que podamos contrarrestar los ataques
del Maligno y ser testigos y profetas de Cristo.
Ese es el gran problema de muchas
personas. Le temen a Satanás; pero se le entregan completamente en cuerpo y
alma al dar las espaldas a Dios. Sin la ayuda del Señor nada podemos, pues Dios
ha permitido que el Maligno sea poderoso hasta el momento en que El decida
destruirlo por completo.
"¡Gracias sean dadas a Dios,
que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!" Así exclamaba san
Pablo en 1a Corintios 15,39. No, la victoria no será nuestra, pues sin la ayuda
del Señor nada podemos, pero con El lo podemos todo.
Arnaldo Bazán