¿POR QUÉ LA
VIDA ES TAN CORTA?
Padre Arnaldo Bazán
Todo depende de qué entendemos por
vida.
Por supuesto que hay quienes dicen
que no vale la pena buscar razones, puesto que la vida misma es una sinrazón.
Estamos aquí, como dicen los existencialistas, echados como piedras, sin ningún
propósito. Nuestros anhelos y nuestros sueños terminarán con la muerte.
Pero el sentir general de los
pueblos es totalmente contrario a esta visión negativa que nos ofrecen los
ateos. La absoluta mayoría de los seres humanos cree en una vida más allá de la
muerte, sencillamente porque creen en un Ser superior que nos ha creado con un
fin.
Este fin, claro está, no es la
muerte. Lo mejor viene después de esta puerta a la eternidad en la que con
tanto temor pensamos.
Dios nos lo ha revelado. Jesús lo
afirma categóricamente. El ha venido para que
"las ovejas tengan vida y la tengan abundante" (Juan 10,10).
El Maestro nos ha dicho que El es la vida. Y lo afirma sin ambages: "Yo soy la resurreccón y la vida. El que cree en Mí aunque haya
muerto, vivirá. Y todo el que cree y vive en Mí no morirá para siempre"
(Juan 11,25-26).
Con todo, creer en la vida eterna
no nos aclara el problema de la cortedad de la vida. En ninguna parte se nos
dice que la vida es corta por esta o aquella razón.
Hemos pues de tratar de descubrir
las razones que llevaron a Dios a querer que nuestra estancia en la tierra sea
tan corta, pese al gran deseo que tenemos de vivir.
En mi opinión, la vida es corta
porque es sólo un preámbulo, una preparación, un período importante para
aprender a valorar los dones de Dios.
Tenemos deseos de inmortalidad,
pero no estamos conformes, casi nunca, con la calidad de vida que llevamos. Y
es que como decía san Agustín, "Señor, nuestro corazón está inquieto, y no
descansasá hasta que te encuentre a Ti".
Hay algo cierto: todos nos quejamos
cada día de algo. A veces nos sentimos desasosegados. Estamos inquietos.
Sentimos dolores verdaderos o ficticios. Nos duele el cuerpo y nos duele el
alma. A veces nuestros ánimos están por el suelo. Nos deprimimos. A medida que
pasan los años todo esto se agrava.
Y nos preguntamos: ¿Tiene sentido
el sufrir? ¿Por qué vivimos tan poco tiempo y buena parte lo pasamos enfermos,
con dolores, o simplemente durmiendo?
Es para volverse pesimista si no
tenemos una razón de ser de esta vida. Pero esta sólo se encuentra cuando
aceptamos que la verdadera razón de esta vida está en prepararnos para algo
superior.
Cuando uno entiende que no está
aquí para morir, sino para seguir adelante, no sintiéndonos seguros ni
afincados, sino "ligeros de equipaje" como diría Antonio Machado,
peregrinos que nos sabemos de paso, entonces comenzamos a comprender el fin de
esta vida.
Y entonces tenemos que tomar
conciencia de nuestra situación y también decisiones que encaminen nuestra vida
hacia su verdadero fin.
Ya lo decía el Catecismo popular de
nuestros primeros años: "El fin de esta vida es servir a Dios y al
prójimo, a fin de conseguir la felicidad total en el Reino de Dios".
Cuando torcemos el rumbo, hacemos
las cosas al revés de lo planeó nuestro Creador, y entonces el futuro lo vemos muy
negativo y la vida se convierte en un ir "matando el tiempo",
disfrutando lo mejor que se pueda, para culminarlo todo con la muerte.
Solo hay una manera de entender la
vida y la muerte, y es acoplando nuestra forma de vivir a la Voluntad del que
nos creó, que puso en nosotros anhelos de felicidad que sólo El podrá llenar.
Esto ocurrirá si hemos sabido vivir para morir, es decir, conscientes de que la
vida presente prepara el futuro y asegura que lo prometido por Dios se
cumplirá.
Solo así la presente vida no nos
parecerá corta, sino un tiempo bendito para invertir en el futuro glorioso que
esperamos.
Arnaldo Bazán