COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO
TERCERO: 12
Padre Arnaldo Bazán
"Bautizado
Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu
de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de
los cielos decía: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco” 3,16-17.
Si Jesús no necesitaba el bautismo
de Juan, ya que no tenía pecado alguno, sino que Dios lo hizo pecado por
nosotros (2a.Corintios 5,21), con todo era necesario que ocurriese lo que vino
a continuación.
El
era el Mesías, palabra que significa “Ungido de Dios”. Y aunque no necesitaba
ninguna especial unción como Hijo que era, no olvidemos que también era - al
mismo tiempo - un hombre, un ser humano como nosotros.
En el Antiguo Testamento, donde no
se había revelado todavía la Trinidad, por lo que tampoco la existencia de un
Padre, Hijo y Espíritu Santo que forman la comunidad divina de un solo Dios en
tres Personas, se hablaba del Espíritu de Yahveh que se derramaba sobre los
profetas para que hablasen en nombre de Dios.
El Mesías sería el profeta por
excelencia. Así nos dice la carta a los Hebreos: "Muchas veces y de muchos
modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en
estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó
heredero de todo" (1,1-2).
Pero al mismo tiempo sería el Sumo
Sacerdote de la Nueva Ley, como se afirma en Hebreos: "proclamado por Dios
Sumo Sacerdote, a semejanza de Melquisedec" (5,10).
Por último Jesús sería aquel a
quien le fue prometido el cetro de David como rey eterno y universal. Asi se lo hizo saber el ángel Gabriel a María cuando le
aseguró que aquel que iba a ser engendrado en ella "será grande y será
llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre;
reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin"
(Lucas 1, 32-33).
Tanto los sacerdotes, como los
reyes y los profetas eran ungidos por el Espíritu Santo. Y en el momento de
salir del agua, después de ser bautizado, se produjo esa unción solemne que
otorgaba a Jesús el triple ministerio de profeta, rey y Sumo Sacerdote.
Fue el propio Espíritu Santo quien
se hizo ver en forma de paloma. Y la voz del Padre se dejó escuchar para
declarar a todos los que pudieran oírla que Jesús era su Hijo muy amado.
¿Cuántos oyeron la voz? No lo
sabemos. Pero los que la oyeron fueron los primeros en saber que el Reino de
Dios estaba ya para comenzar en la tierra.
Arnaldo Bazán