Apostolado en la pandemia 

Rebeca Reynaud  

 

Estos momentos son un regalo para reflexionar sobre nuestra vida: ¿qué hemos hecho?, ¿qué hemos dejado de hacer y que nos gustaría haber hecho? Si nos dieran un año de vida, ¿qué es lo que más nos gustaría hacer? 

Puede ser importante no centrarnos en nosotros mismos, sino salir hacia el mundo y hacia los demás, a través del teléfono, del Zoom y de otros medios con los que contamos. Todos tenemos preocupaciones personales y, si queremos, podemos ponerlas en manos de la Providencia. La primera condición para luchar y vencer es no tener miedo. 

Podemos suplicar a Dios que agrande nuestro corazón y purifique nuestra mirada para que podamos descubrir la imagen de Cristo vivo en cada persona y así seamos mejores amigos de nuestros colegas. Con nuestra amistad colaboramos con la fraternidad, la unidad y la tarea de evangelización que hace la Iglesia y en el mundo. En momentos de crisis es cuando se puede hacer mucho bien o mucho mal. El amor incondicional es la energía más poderosa. Es necesario entrar en la frecuencia de amor que trajo Jesús.  

Don Mariano Fazio dice que las ideologías que prevalecen en el mundo son el individualismo, el subjetivismo, el relativismo, pero esas ideologías están presentes también en nosotros. Se nos meten por ósmosis. Vivimos en un contexto postmoderno, hemos heredado grandes valores pero, a la vez, tenemos grandes retos, desafíos culturales de notable incidencia. Estamos en un proceso de secularización, la religión se ha marginado. “No se percibe la ausencia de Dios como ausencia” (Heidegger). 

¿Cuál es mi postura ante la Cruz? Fulton Sheen dice que la esencia de lo satánico es el odio a la Cruz de Cristo. No podemos ser enemigos de la Cruz de Cristo. San Luis Ma. Grignon de Monfort dice que el misterio de la Cruz hay que aprenderlo en la práctica, en la Escuela de Jesús. Solamente Jesucristo puede hacerte gustar este misterio. Esta ciencia contiene todas las demás ciencias. Es la piedra filosofal que tanto buscaron los hombres del Medioevo. 

Escribe San Pablo: “la predicación de la cruz es una locura para los que van por el camino de la perdición; en cambio, para los que van por el camino de la salvación, para nosotros, es fuerza de Dios. Por eso dice la Escritura: Anularé la sabiduría de los sabios e inutilizaré la inteligencia de los inteligentes (...). Nosotros predicamos a Cristo crucificado, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos, en cambio, para los llamados, sean judíos o paganos, Cristo es la fuerza y la sabiduría de Dios” (1 Corintios 1, 17-25) 

En su libro Las nueve Rocas Enrique Susón (místico alemán) indica los diversos grados de perfección que alcanzan los cristianos. En la última roca están quienes han aprendido a conocerse a sí mismos y que, por lo mismo, han conseguido abandonarse plenamente en Dios. Ellos parecen desterrados en el cuerpo y, sin embargo, resplandecen como ángeles; tienen miedo a recibir consolación, porque desean conformarse totalmente a Cristo crucificado. Sobre ellos se apoya toda la cristiandad y, si ellos no existieran, Dios entregaría todo en manos del demonio[1]

Francisca Javiera del Valle, en su Decenario al Espíritu Santo se pregunta ¿por qué habiendo tanta gente entregada Dios, no arde el mundo? Y responde: Porque esas personas no están dispuestas a morir a sí mismas. 

Los Apóstoles entendían a veces poco, a veces mucho, pero cuando Jesucristo les habla de la Cruz, no entienden nada… Con el paso del tiempo, llegaron a entender. Dicen los Hechos de los Apóstoles: «Los Apóstoles se retiraron de la presencia del concilio muy gozosos, porque habían sido hallados dignos de sufrir aquel ultraje por el nombre de Jesús» (Act. 5,41). 

León Bloy escribió: “Aunque estuvieras sola en el mundo, la única hija de Adán, la Segunda Persona se encarnaría y se haría crucificar por ti (...). Eres particular e inexpresablemente preciosa, puesto que el universo fue creado sólo para ti (...). Tu alma es tan preciosa que han sido necesarios la Encarnación y el suplicio de Dios para comprarla”.  

“Solamente cuando la Iglesia sufre se puede afirmar que triunfa, y ella ha sufrido siempre. El sufrimiento es su patrimonio (...), su verdadero tesoro (...): Un cristiano sin sufrimiento es un peregrino sin brújula. Nunca llegará al calvario”. También dice León Bloy: “El dolor es una gracia que no hemos merecido”. Sacrificio es todo lo que puede hacerse sagrado. 

En Fátima la Virgen pide ofrecer sacrificios por la conversión de los pecadores. Se trata de evitarles el infierno, rescatarles. En la Cruz, Cristo dice: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. Esa frase cambia el mundo, podemos ser perdonados porque no sabemos lo que hacemos. Si puedo ayudar a salvar almas, mi vida cambia. 

En este tiempo puede resonar en nuestro interior lo que San Josemaría escribe en Camino: “No se veían las plantas cubiertas por la nieve. – Y comentó gozoso el labriego dueño del campo: “ahora crecen para adentro”. – Pensé en ti. En tu forzosa inactividad. –Dime, ¿creces también para adentro?”. 

 

 


[1] Citado en el Boletín informativo de la Postulación de la causa de canonización del Siervo de Dios Luis María Martínez, “Todos son llamados a la mística, pero pocos llegan”, octubre-noviembre 2003. Año 2, núm. 8., p. 4.