COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO
CAPÍTULO TERCERO: 8

Padre Arnaldo Bazán

“Yo los bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. El los bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga" (3,12).

Juan le habla claro a la gente. No quiere que se confundan aquellos que vienen donde él creyendo que su bautismo es algo definitivo. Sólo se trataba de un baño que permitía a los que lo recibían, su deseo de conversión.

Era también como una preparación para algo mejor, por lo que anuncia que detrás de él viene el que es más fuerte. Aquí Juan hace derroche de humildad. Siendo un profeta no se siente, con todo, muy importante. El verdaderamente importante viene después. Juan lo confiesa de un modo muy judío: "No soy digno de llevarle las sandalias".

Y es que el que venía después había sido anunciado por casi todos los profetas de una manera u otra. Se trataba del Ungido de Dios, aquel que iba a recibir el cetro de su padre David y reinaría eternamente. Se trataba de Jesús, el Hijo de Dios.

Y Juan lo dice sin reservas: "El los bautizará en Espíritu Santo y fuego". Pero además insinúa que será el Juez que sabrá separar lo bueno de lo malo, el trigo de la paja, y a esta última la quemará con fuego que no se apaga.

Algo parecido ya había dicho el profeta Malaquías: "¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién se tendrá en pie cuando aparezca? Porque es él como fuego de fundidor y como lejía de lavandero. Se sentará para fundir y purgar. Purificará a los hijos de Leví y los acrisolará como el oro y la plata; y serán para Yahveh los que presentan la oblación en justicia" (3,2-3).

Frente al Mesías no se puede ser indiferente. Hay que definirse. O se está con él o contra él, como el propio Jesús diría más tarde: "El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama" (Lucas 11,23).

Aquellos que, culpablemente, se apartan de Cristo, merecerán ser apartados de la salvación para siempre. Hay muchos, sin embargo, que no han tenido la oportunidad de conocerlo y convertirse a El. Estos serán juzgados por la sinceridad de su corazón, buscando en Dios, aunque sea equivocadamente, la salvación. Ya que nadie será rechazado sin culpa. Como dice el salmo 119: "Dichosos los que guardan sus dictámenes, los que le buscan de todo corazón, y los que, sin cometer iniquidad, andan por sus caminos" (2-3).

Arnaldo Bazán