COMENTARIOS AL
EVANGELIO DE SAN MATEO
CAPÍTULO TERCERO: 5
Padre Arnaldo
Bazán
"Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al
bautismo, les dijo: "Raza de víboras, ¿quién les ha enseñado a huir de la
ira inminente?" (3,7).
Fariseos y saduceos aparecen constantemente en los
evangelios. Eran dos grupos antagónicos, pero muy influyentes en el pueblo de
Israel.
Los fariseos, según el historiador judío Flavio Josefo, eran
unos seis mil (Ant. 17,2-4). Este sería el número de
los que formaban dicho grupo en tiempos de Jesús.
Aunque eran rigoristas en extremo, exigiendo el cumplimiento
estricto de la ley, y aún complicando la misma con
otras reglas de su invención, no eran realmente ejemplos de moralidad ante el
pueblo. Por el contrario, eran de esos que les gustaba presumir de santidad
mientras eran lo contrario. Por eso se ganarían el título de “sepulcros
blanqueados” con el que los llamó Jesús (Mateo 23,27).
En cuanto a los saduceos, se ha discutido mucho sobre el
origen de este grupo sectario, pero no se ha llegado a ninguna conclusión.
Formaban una especie de partido político y tenían una influencia muy grande, ya
que muchos sacerdotes pertenecían al mismo. Aunque no eran muchos, casi todos
sus miembros eran ricos y ocupaban muchos puestos en el Sanedrín, o senado
judío.
En cuanto a las ideas religiosas había un abismo entre
fariseos y saduceos. Los primeros, pese a su hipocresía, trataban de aparecer
como muy observantes, y aceptaban las creencias normales de todo judío. Los
saduceos podría decirse que estaban cercanos al ateísmo. Tomaban la religión
como una excusa para obtener puestos importantes y sacar ventaja de los mismos.
El pueblo sencillo, sin embargo, no les tenía mucha estima, por lo que trataban
de mantenerse apartados de discusiones religiosas.
En la vida de Jesús los que más aparecen como sus acérrimos
enemigos son los fariseos, a quienes dedica el Señor críticas severas por su
doble vida.
En el versículo que comentamos vemos que Juan conocía bien a
ambos grupos, que se habían acercado con cara de buenos para ser bautizados.
Pero el profeta no pierde esta ocasión para lanzarles este
dardo que los desenmascaraba, llamándolos “raza de víboras”. Todo el mundo pudo
entender que era una descripción real de ambos grupos, gente perversa que, sin
embargo, eran nada menos que los dirigentes del pueblo de Dios.
Como las serpientes huían del fuego, pero no se escaparían si
no eran capaces de arrepentirse y cambiar sus vidas.
Arnaldo Bazán