Lo que realmente querríamos hacer

P. Fernando Pascual

25-7-2020

 

Mucha gente hace cosas que, en el fondo, no le agradan, ni encajan con sus planes más profundos.

 

Uno deseaba ser guardia forestal, y termina encerrado en la oficina de un subterráneo.

 

Otro soñaba con ser mecánico de coches, y le contratan como electricista.

 

Otro aspiraba a una vida tranquila en una casa de campo, y vive casi todo el tiempo en una ciudad ruidosa y con aire contaminado.

 

Otro anhelaba aprender idiomas y viajar por el mundo, y no consigue salir más allá de los pueblos que rodean su municipio.

 

La lista podría ser mucho más larga y variada, pero refleja situaciones que tocan la vida de millones de personas y pueden ser causa de frustración y de amargura.

 

Es cierto que resulta difícil llevar a la práctica los propios sueños: quien desea ser piloto necesita cualidades y estudios difíciles, y en ocasiones sobran candidatos para cubrir las necesidades del propio país.

 

Hay algunos que, de un modo u otro, sí están satisfechos con lo que viven, con la trayectoria de su camino personal: hacen lo que realmente querían hacer.

 

Pero parecen pocos los satisfechos. Incluso muchas veces nosotros mismos tenemos que reconocer, con pena, que las circunstancias y las decisiones (propias o ajenas) nos apartaron de aquel sueño que acariciaba nuestro corazón.

 

A pesar de esto, quedan muchas veces espacios para otras opciones buenas que podemos poner en práctica, si llegamos a descubrirlas y amarlas en su belleza.

 

Entonces resultará posible poner en marcha ideas y planes que realmente queremos hacer, que encajan con lo mejor que hay en nuestros corazones.

 

En este día puedo preguntarle a Dios: ¿qué horizontes de belleza tengo ante mí? ¿Qué proyectos buenos puedo amar y poner en práctica? ¿Cómo puedo desarrollar las gracias y dones que he recibido de mi Creador y Padre?

 

En la escucha sencilla y confiada, Dios nos desvelará tantas cosas que, si bien no eran al inicio lo que realmente querríamos hacer, pueden convertirse en decisiones y actos con los que permitir que el amor avance en el mundo; lo cual es, en el fondo, lo más hermoso que podemos realizar en esta vida.