Desde la fuerza interior de
cada uno
P. Fernando Pascual
18-7-2020
Hay situaciones en las que las
dificultades se agigantan. Enfermedades, problemas económicos, conflictos con
otras personas, decisiones dañinas de los políticos, tensiones sociales...
Algunos perciben entonces la vida como una serie continua de amenazas
y de riesgos. El corazón se empequeñece. El miedo aumenta. Faltan energías para
seguir adelante.
Pero hay seres humanos que nos muestran cómo superar las dificultades,
incluso las más atroces: con la fuerza interior que cada uno posee.
Un testimonio de esa fuerza interior puede leerse en estas páginas del
diario de Ester (Etty) Hillesum (1914-1943), una judía holandesa que sufrió,
como tantos millones de judíos, las atrocidades del nacismo.
“Esta mañana, recorriendo en bicicleta el Stadionkade,
me recreaba en el amplio horizonte que se divisa en las afueras de la ciudad y
respiraba el aire fresco que todavía no nos han racionado.
Por doquier, las pancartas prohibían a los judíos los caminitos que se
adentran en la naturaleza. Pero por encima de este trozo de carretera que nos
queda abierto, el cielo se despliega todo entero.
No se nos puede hacer nada, nada verdaderamente. Se nos puede volver
la vida bastante dura, despojarnos de algunos bienes materiales, quitarnos una
cierta libertad de movimiento exterior, pero somos nosotros quienes nos
despojamos de nuestras mejores fuerzas con una actitud psicológica desastrosa.
Sintiéndonos perseguidos, humillados, oprimidos. Teniendo odio. Fingiendo para
esconder nuestro miedo.
Se tiene el derecho de estar triste y abatido, de vez en cuando, por
lo que se nos hace sufrir: eso es humano y comprensible. Y sin embargo, el
verdadero expolio es el que nos infligimos a nosotros mismos.
Encuentro bella la vida y me siento libre. En mí, se despliegan los
cielos tan vastos como el firmamento.
Creo en Dios y creo en el hombre, me atrevo a decirlo sin falsa
vergüenza... Soy una mujer feliz y canto las alabanzas de esta vida, sí, habéis
leído bien, en el año de gracia de 1942, el enésimo año de la guerra”.
Al año siguiente, Etty, con su familia, era deportaba y moría, como
los suyos, en un campo de concentración. En medio de las pruebas que padeció,
supo vivir con una mirada diferente, como reflejan esas (y otras) páginas de su
diario.
También nosotros, gracias a la confianza en Dios, podemos afrontar las
luchas, las derrotas, las pruebas de cada día con una fuerza indestructible.
Porque sabemos que Dios es Padre, y porque estamos seguros de la victoria completa
de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte...
(El texto de Etty Hillesum está tomado del libro del padre Jacques
Philippe titulado “Si conocieras el don de Dios”. Ese libro dedica un capítulo
entero a Etty).