Humildad desde la ciencia

P. Fernando Pascual

11-7-2020

 

Una adecuada comprensión de cómo funciona el trabajo científico lleva a una sana humildad intelectual. ¿En qué sentido?

 

Quien conoce lo difícil que es aislar una molécula, conocer los mecanismos químicos de la digestión, analizar el posible desarrollo de un tumor, adquiere una forma de ver las cosas que lleva a evitar afirmaciones apresuradas y juicios dogmáticos.

 

Porque en muchos campos del saber estudiados gracias a la ciencia moderna, existen datos poco conocidos, otros conocidos de modo incompleto, otros supuestamente conocidos pero erróneos o, al menos, corregibles.

 

En cambio, quien no ha comprendido los límites y los modos de trabajo de los laboratorios y los científicos, puede lanzar afirmaciones atrevidas, en ocasiones erróneas, con una falta de humildad intelectual que sorprende.

 

Por eso, resulta paradójico ver a dos personas discutir apasionadamente sobre si en los próximos meses continuará o no continuará la expansión del virus, si este alimento sea seguro para prevenir el cáncer o no tan seguro, o temas similares, como si cada uno hubiera alcanzado la certeza sobre el punto de vista que defiende.

 

Es cierto que esas dos personas (podemos ser cada uno de nosotros) defiende tal o cual tesis porque la ha leído en un periódico, o en una revista científica (o divulgativa), o la ha elaborado de modo personal.

 

Pero en la ciencia lo que importa son los hechos, y los hechos se estudian con una paciencia y un rigor que exige tiempo y que, en muchos casos, lleva a resultados provisionales que requieren ulteriores investigaciones para ser aceptados o corregidos.

 

Un científico de verdad, y quien ha comprendido cómo funciona la ciencia experimental, puede alcanzar certezas que ya no pueden ser superadas. Pero cuando no llega a esas certezas, y eso ocurre muchas veces, ofrece sus conclusiones con humildad, y se mantiene disponible a cambiar de parecer si llegan datos nuevos y “revolucionarios”.

 

De ahí nace la virtud de la humildad desde la ciencia, con la que se reconoce como conocimientos inseguros los que son inseguros, y con la que se evitan afirmaciones categóricas en ámbitos del saber en los que la certeza se alcanza pocas veces y tras un minucioso trabajo de colaboración de muchos investigadores serios y amantes del diálogo.