COMENTARIOS
AL EVANGELIO DE SAN MATEO
CAPÍTULO
SEGUNDO: 10
Padre
Arnaldo Bazán
"Muerto Herodes, el
Angel del Señor se apareció en sueños a José en
Egipto y le dijo: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en
camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del
niño”. El se levantó, tomó consigo al niño y a su
madre, y entró en tierra de Israel"(2,19-21).
La muerte de Herodes no
entristeció a nadie. Ocurrió, según los historiadores, en el año 750 de la
fundación de Roma, que era el calendario que regía, ya que Palestina estaba
bajo el poder del Imperio. Los judíos, sobre todo para las fechas religiosas,
usaban su propio calendario.
La crueldad de Herodes
se manifestó hasta en su muerte, que por cierto fue terrible. Veamos lo que, a
este respecto, dice el historiador Flavio Josefo: "Un fuego interior le
consumía lentamente; a causa de los horribles dolores de vientre que
experimentaba, érale imposible satisfacer el hambre ni tomar alimento alguno.
Cuando estaba en pie apenas podía respirar. Su aliento exhalaba olor hediondo y
en todos sus miembros experimentaba continuos calambres. Presintiendo que ya no
curaría, fue sobrecogido de amarga rabia, porque suponía, y con razón, que
todos se iban a alegrar de su muerte. Hizo, pues, juntar en el anfiteatro de
Jericó, rodeados de soldados, a los personajes más notables y ordenó a su
hermana Salomé que los hiciese degollar así que él hubiese exhalado el último
suspiro, para que no faltasen lágrimas con ocasión de su muerte. Por fortuna
Salomé no ejecutó esta orden. Como sus dolores aumentaban por momentos y estaba
atormentado por el hambre, quiso darse una cuchillada; pero se lo impidieron.
Murió, por fin, el año treinta y siete de su reinado" (Antiquitates
Judaicae 17).
Triste fin para aquel
hombre que vivió para esparcir el mal a su alrededor. Pero para los romanos un
personaje así resultaba muy conveniente, pues sabían perfectamente que los
judíos, como todo pueblo sometido a un yugo extranjero, sólo estaban buscando
cualquier oportunidad que se les presentase para liberarse. Sólo que no
contaban con las fuerzas necesarias para hacerlo, al igual que tantos otros
pueblos en el mundo que han padecido toda clase de despotismo de fuera o de
dentro.
Por eso lo mantuvieron
en el poder hasta su muerte. Con éel estaban seguros
de que el pueblo no se sublevaría, pues cualquier amenaza de sedición sería
apagada a sangre y fuego.
Así, el pobre pueblo de
Israel, continuaría gobernado por déspotas crueles y sometida
al poder del Imperio Romano hasta que, luchando desesperadamente, sucumbió en
el año 70 a las legiones bajo el mando de Tito, desapareciendo como nación por
casi veinte siglos.
Arnaldo Bazán