Críticas y alabanzas indiscriminadas

P. Fernando Pascual

27-6-2020

 

Por la mala acción de un policía, hay quienes critican, desprecian, insultan a otros policías simplemente por ser policías.

 

Por la buena acción de un médico que cuida bien a los enfermos, que promueve medidas para proteger su salud, hay quienes aplauden y felicitan a otros médicos simplemente por ser médicos.

 

Sabemos que siempre será injusta una condena generalizada hacia las personas de un colectivo si tal condena se basa simplemente en lo que un miembro de ese colectivo haya hecho al dañar a otros.

 

Como también será siempre injusta una alabanza generalizada hacia personas de un grupo solamente porque una persona de ese grupo haya tenido un comportamiento ejemplar.

 

Las críticas y los elogios por comportamientos son correctos cuando miran la realidad. Y la realidad muestra que en los grupos humanos conviven el bien y el mal, las personas honestas y los tramposos.

 

Aunque existen profesiones que, en sí mismas, tienen una importante misión en la sociedad e implican sacrificios no pequeños, no por ello todos los profesionales de las mismas merecen un premio.

 

La gran reflexión ética de muchas tradiciones culturales invita a huir de generalizaciones deformadas y a mirar a las personas concretas, a sus acciones puntuales y a aquellas que suelen ser repetidas durante periodos más o menos largos de tiempo.

 

Esa reflexión ética se construye sobre un principio básico: cada uno es responsable de sus propias acciones. Ese principio, en ciertas situaciones y lugares, se une a otro: hay personas que también son responsables de las acciones de otras personas de su entorno.

 

Solo a partir de lo que en concreto haga cada persona surgen críticas y reproches sanos, cuando las acciones llevan al mal, la mentira y la injusticia; y también alabanzas fundamentadas, cuando las acciones promueven el triunfo del bien, la verdad y la justicia.