Errores en los juicios éticos
P. Fernando Pascual
13-6-2020
Formulamos continuamente
valoraciones y juicios éticos sobre las acciones y los comportamientos de
otros, y también sobre nuestros propios actos. En esos juicios muchas veces
cometemos errores.
Juzgo, por ejemplo, que un
vecino descuida a sus padres ancianos porque nunca le he visto hablar de ellos.
Luego descubro que los visita continuamente y les trata con un cariño ejemplar.
Juzgo, otro ejemplo, que hice
mal por no obedecer las indicaciones del médico para curarme de una enfermedad.
Luego llego a saber que las indicaciones eran equivocadas, y que de haberlas
seguido me habría causado un daño serio.
Reconocer que existen juicios
éticos equivocados es posible cuando, a través de un mayor conocimiento de los
hechos y de los criterios que envuelven una situación concreta, descubro que mi
primera valoración era equivocada, y que debo cambiarla con una perspectiva más
completa y mejor basada en la verdad.
¿De dónde surgen esos errores?
A veces, de los prejuicios unidos a las prisas: creemos que escuchar a un
político en televisión es suficiente para acusarle de falta de honestidad o, al
revés, llego a suponer ingenuamente que va a arreglarlo todo.
Otras veces, los errores
surgen ante la complejidad de las situaciones. Conozco algunos aspectos que
rodean la decisión que ha tomado un familiar, pero desconozco otros aspectos
importantes que justifican la línea de conducta que ha seguido.
Para evitar errores en los
juicios éticos necesitamos un buen conocimiento de los principios morales más
genéricos, de las aplicaciones normales de esos principios a las diversas
situaciones, y de lo que el otro pueda percibir a la hora de tomar sus
decisiones.
Todos podemos equivocarnos, no
solo cuando condenamos un comportamiento como malo cuando era bueno, sino
también cuando alabamos otro comportamiento como bueno cuando en realidad
estaba lleno de malicia.
Pero también podemos, con una
sana prudencia, un amor profundo a la justicia, y un respeto hacia las personas
y hacia las situaciones que viven, sopesar con calma si tenemos elementos
suficientes para evaluar un acto concreto, o si sería mejor suspender nuestro
juicio para evitar juicios erróneos que nos dañan a nosotros mismos y pueden
también dañar a otros.