El amor del Sagrado Corazón (1ª parte)
Rebeca Reynaud
Jesús nos podría decir: “Enseña el amor de mi Sagrado
Corazón”. Si le preguntas al Señor qué quiere de nosotros, dirá: “Caridad,
amor”. Hablar del Corazón de Jesús es hablar de la bondad de Dios. Esta
devoción tiene un papel crucial en nuestros días. El último acto
del papado de León XIII fue entronizar al mundo entero con el Sagrado Corazón
de Jesús. Si tienes a Jesús tienes el fuego, y ese fuego es el Espíritu Santo.
Santa Gertrudis
Un antiguo antecedente de esta devoción está en el siglo
XIII, siglo de Santa Gertrudis la Grande (1256-1302), que fue una
religiosa benedictina alemana, de gran cultura filosófica y literaria. En
la fiesta de San Juan Evangelista, Santa Gertrudis tuvo una visión de Nuestro
Señor, quién le permitió descansar su cabeza en la Llaga de Su costado.
Al escuchar el palpitar de su Corazón, ella se volvió hacia San Juan, allí
presente, y le preguntó si había escuchado lo mismo cuando se reclinó sobre el
pecho del Señor. Le preguntó porqué guardó un
silencio absoluto sobre ello, para nuestra instrucción. El santo le contestó:
“Mi misión era escribir, para la Iglesia que estaba aún en su infancia,
escribir algo que diera motivo al hombre de ejercitar su intelecto aunque no
pudiera poseer un conocimiento completo y satisfactorio. A los últimos tiempos
les está reservada la gracia de oír la voz de esos benditos latidos del Sagrado
Corazón de Jesús. A esa voz, el mundo, debilitado en el amor a Dios, se
renovará, se levantará de su letargo y, una vez más, será inflamado en la llama
del amor divino por la revelación de estos misterios”. — Legatus divinae pietatis, IV, 305; "Revelationes
Gertrudianae", ed. Poitiers and Paris, 1877.
Margarita María de Alacoque (1647-1690)
nació en Borgoña, Francia. Fue la quinta de 7 hijos. El 27 de diciembre de
1673, día de San Juan Apóstol, Margarita estaba arrodillada ante el Santísimo
Sacramento y tuvo la primera revelación del Señor. Ella lo cuenta así:
"Estando yo delante del Santísimo Sacramento el Señor me hizo reposar
sobre su pecho divino, y me descubrió las maravillas de su amor y los secretos
de su Corazón. El me dijo:
"Mi
Divino Corazón está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia
ti, que, no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es
menester que las derrame valiéndose de ti para enriquecerlos con los preciosos
dones que te estoy descubriendo, los cuales contienen las gracias necesarias
para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de
indignidad, a fin de que sea todo obra mía (...). Luego, me pidió el
corazón, poniéndolo en el suyo, desde el cual me lo hizo ver como un pequeño
átomo que se consumía en el horno encendido del suyo, de donde lo sacó como
llama encendida, diciéndome: He ahí, mi bien amada, una prenda de mi
amor, que encierra en tu costado una chispa de sus más vivas llamas, para que
te sirva de corazón y te consuma, y cuyo ardor no se extinguirá; te marcaré con
la Sangre de mi Cruz, lo que te reportará más humillaciones que consuelos. Y
como prueba de que la gracia que te acabo de conceder no es nada imaginario,
aunque he cerrado la llaga de tu costado, te quedará su dolor y, si hasta el
presente has tomado el nombre de esclava mía, ahora te doy el de discípula muy
amada de mi Sagrado Corazón."
En la segunda
aparición, continúa Margarita, "me hizo ver que ¾el
ardiente deseo que tenía de ser amado por los hombres y apartarlos del camino
de la perdición, en el que los precipita Satanás en gran número¾ le había
hecho manifestar su Corazón a los hombres, con todos los tesoros de amor, de
misericordia, a fin de que cuantos quieran rendirle honor, queden enriquecidos
con los divinos tesoros del Corazón de Dios (...). Que esparciría sus gracias y
bendiciones por dondequiera que estuviere expuesta su santa imagen, y que tal
bendición sería como un último esfuerzo de su amor, deseoso de favorecer a los
hombres en estos últimos siglos de la Redención, a fin de apartarlos del
imperio de Satanás, para ponernos en la libertad del imperio de su amor."
Estas
revelaciones tendrían que pasar primero por muchos exámenes y sufrir mucha
oposición. En el primer viernes de junio de 1674, fiesta de Corpus Christi,
tuvo Margarita la tercera gran revelación.
Una vez entre
otras, escribe Margarita, "Jesucristo, mi Amado, se presentó delante de
mi resplandeciente de gloria, con sus cinco llagas brillantes, como cinco soles
y despidiendo de su sagrada humanidad rayos de luz de todas partes pero, sobre
todo de su pecho, que parecía un horno encendido." Entonces Jesús
explicó que había llegado hasta el exceso con los hombres, de quienes no
recibía sino ingratitudes.
La
devoción al Sagrado Corazón (2ª Parte)
Dice Jesús a
Margarita: "la ingratitud humana fue lo que más me dolió en mi
Pasión, si me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que hice
por ellos; (…). Sin embargo, sólo frialdades y desaires tienen para
mí". Ante estas palabras, Margarita solo podía expresar su
impotencia, Él le replicó: "Toma, ahí tienes con qué suplir cuanto
te falte." Y del Corazón abierto de Jesús salió una llamarada tan
ardiente, que pensó que la iba a consumir. Jesús dijo: "Yo seré tu
fortaleza, nada temas, sólo has de estar atenta a mi voz (…). Comulgarás todos
los primeros viernes de mes, y en la noche del jueves al viernes, te haré
participe de la tristeza mortal que sentí en el Huerto de los Olivos, esa
tristeza es una especie de agonía más difícil de soportar que la muerte.
Póstrate conmigo durante una hora, con la cara en el suelo, tanto para
apaciguar la cólera divina, pidiendo por los pecadores, como para aliviar la
amargura que sentí por el abandono de mis apóstoles. No hagas nada sin permiso
de los que te guían, a fin de que el demonio no pueda engañarte, ya que no
tiene poder alguno sobre los obedientes."
En otro
momento, Santa Margarita explica: Entendí que la devoción al Sagrado Corazón es
el último esfuerzo de su amor hacia los cristianos de estos últimos tiempos,
para persuadirlos de amarle y salvarles. — St. Margaret Mary, Antichrist and the End Times, Fr. Joseph Iannuzzi,
p. 65.
La cuarta
revelación se considera la más importante. Durante la octava del Corpus Christi
de 1675, cuenta Margarita: Estando ante el Santísimo Sacramento, el Señor me
descubrió su Corazón y me dijo "He aquí el Corazón que tanto ha amado a
los hombre y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse
para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de
ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, frialdades y
menosprecios en este Sacramento de amor. Lo que más me duele es que se porten
así los consagrados. Por eso te pido que el primer viernes, después de la
octava del Corpus, se celebre una fiesta para honrar a mi Corazón".
El 17 de
octubre del 1690 Margarita entregó su alma a su Señor, a los 43 años. Tres años
después de su muerte el Papa Inocencio XIII empezó un movimiento que abriría
las puertas a esta devoción. En 1856 el Papa Pío IX extendió la fiesta del
Sagrado Corazón a toda la Iglesia. En 1920, Margarita fue elevada a los altares
por Benedicto XV.
El profeta Isaías dijo que antes del “Día de su Ira” se
ofrecería a la humanidad “la fuente de salvación”, esa fuente es el Corazón de
Jesús. Estamos viviendo el último esfuerzo que Dios hace, antes de la
purificación del mundo. Jesús nos dice: “¿Quieres ser fiel a mí? Te
pongo la Cruz”. Dios es amorosamente exigente.
A Santa Faustina, Jesús le dijo: “Por ti
descendí del cielo a la tierra, por ti me dejé clavar en la Cruz; por ti,
permití que una lanza atravesara mi corazón para brindarles una fuente de
misericordia. Vengan pues a ella tomar las gracias que quiero darles: De la
fuente de mi corazón salen las gracias para todas las almas. Las llamas de
compasión me queman. Habla al mundo entero de mi misericordia”. —Jesus to St. Faustina, Divine
Mercy in My Soul, n.1485, 1190.
¿Por qué se ha enfriado por décadas la devoción al
Sagrado Corazón? Por la falta de capacidad para entusiasmarse por todo lo que
no es tangible, por el apego a los bienes y placeres y por una insuficiente
comprensión de su base teológica. Quien quiera evangelizar deberá primero
recostar su cabeza sobre el pecho de Jesús, como San Juan Evangelista.
Solamente un corazón que arde en el amor a Dios, convierte en cenizas cualquier
forma de ateísmo oculto.
Hemos de pedir al Señor tener amor a nuestra cruz, al
sufrimiento. Jesús nos podría decir señalando su corazón: “Hijo mío, escóndete
en esta llaga y toma fuerza de ella para llevar la cruz que te he preparado”.
Una vidente mexicana habló con el Señor, vio el Corazón
de Jesús, precioso, grande, encendido en llamas, y Dios le dijo: "Mete a
todos en mi corazón". Ella le contestó: "Los meto pero ellos se
salen". Luego pidió: "Señor, haz que a los que meta, no se salgan,
esto te pido".
En una galería de arte
Pasamos ahora a una breve anécdota. Un hombre había
pintado un cuadro donde Jesús aparecía tocando a una puerta, aludiendo a esa
frase del Apocalipsis que dice: “Estoy a la puerta y llamo”. El día de la
presentación al público, asistieron las autoridades locales, fotógrafos,
periodistas y mucha gente, pues se trataba de un artista reconocido. Llegado el
momento, se tiró del paño que velaba el cuadro. ¡Aaah…!
Hubo una expresión de asombro y un caluroso aplauso. Era una impresionante
figura de Jesús, con una linterna en la mano, tocando a la puerta de una casa
que parecía algo abandonada. La puerta tenía yerbas, lo que daba la impresión
de descuido. Jesús aparecía vivo, con el oído junto a la puerta, parecía querer
oír si dentro de la casa alguien le respondía. Hubo muchos comentarios; todos
admiraban aquella preciosa obra de arte. De pronto, un observador encontró un
fallo en el cuadro: ¡Fíjense, la puerta no tiene cerradura! … Así
que se dirigió prontamente al artista:
¾"La puerta no tiene cerradura…".
El pintor respondió:
¾"Efectivamente, la puerta no tiene cerradura porque
esa es la puerta del corazón del hombre, y el corazón sólo se abre desde
dentro".