PARTICIPANDO EN LA EUCARISTÍA
Padre Arnaldo Bazán
I. OÍR MISA
En el lenguaje popular de los católicos hay una
expresión que fue acuñada hace mucho tiempo y que, sin embargo, encierra en sí
misma una contradicción.
No es raro que todavía hoy muchos digan
"voy a oír Misa", como también se hable de que los sacerdotes "dicen"
la Misa.
Ciertamente nada es tan ajeno a la Misa como
"decir" u "oír", porque aunque durante la misma se
"dicen" y se "oyen" palabras, la esencia de lo que se
realiza es algo que trasciende las palabras para llegar al profundo acto de
amor y ofrecimiento que Jesús rinde a su Padre Celestial.
Si de analizar se trata, podríamos pensar que
estas expresiones surgieron en la época en que se requería que para cumplir el
precepto dominical la persona estuviera presente y pudiera simplemente
"oír" la voz del sacerdote.
Así muchos se contentaron con esta cómoda
postura que no suponía ningún compromiso especial, pues resulta mucho más fácil
estar allí como mudos espectadores que como activos participantes.
La Misa, como acción litúrgica, es una reunión
de personas totalmente conscientes de su condición: miembros del Pueblo de
Dios. Esto supone, pues, que no es algo que se va a oír o a ver, sino una
reunión en la que se va a "tomar parte", pues se trata de ejercitar
el "real sacerdocio" que hemos recibido en el Bautismo.
Si en el Antiguo Testamento existía un Templo en
el que los sacerdotes ofrecían sacrificios a Dios, en el Nuevo, aunque sigue
habiendo un sacerdocio, se trata del de Jesucristo, el Único Sacerdote de la
Nueva Alianza, del que participan sacerdotes y fieles, aunque en modo y grado
diferentes.
II.
MEMORIAL DE LA MUERTE
Y RESURRECCIÓN DE JESÚS
Jesucristo ofreció por nosotros el único
sacrificio agradable al Padre, como insiste el autor de la Carta a los Hebreos,
dejando clausurado el sacerdocio antiguo y también todos los sacrificios, pues
ya no se requieren para nada.
Ahora bien, Cristo ha querido perpetuar ese
único sacrificio suyo por medio de un "memorial", como El muy bien
expresó en el momento en que instituye el sacramento de la Eucaristía: Hagan
esto en memoria mía.
Estas palabras fueron entendidas por los
apóstoles y primeros discípulos como una clara disposición de que, aquello que
el Maestro había realizado en la "Última Cena", debía ser renovado
por ellos cada vez que se reuniesen en el nombre del Señor, "para recordar
su muerte hasta que El vuelva".
No se trata, pues, de repetir un sacrificio, ya
realizado una vez y para siempre, sino de renovar su memorial, su recuerdo,
haciendo realidad sacramental, incruenta (sin sangre), lo que fue realizado en
forma brutal y sangrienta en el ara de la cruz.
Esto nos permite ofrecer verdaderamente el
sacrificio de Cristo una y otra vez, como medio de participación en el misterio
de su Muerte y Resurrección y, al hacerlo, ejercitar el sacerdocio colectivo
recibido en el bautismo.
Cristo, ayer y hoy, es el que se ofrece
realmente, pues no hay otro Sacerdote sino El. Por eso cada Eucaristía requiere
la presencia de alguien que, debidamente ordenado, haga las veces de Jesús, es
decir, le sirva de instrumento. Esto es lo que llamamos "sacerdocio
ministerial".
III.
PARTICIPACIÓN ACTIVA Y CONSCIENTE
Nadie puede "estar" simplemente en una
acción que requiere su consciente y activa participación. Quien se
"encuentre" allí sin la debida disposición no recibe ni la gracia ni
sus frutos. Es más, hasta podría cometer un "sacrilegio", como
claramente advierte san Pablo. (Ver 1a. Corintios 11, 28-29).
Por otro lado, quien vaya a la Misa, única y
exclusivamente, "a cumplir con un precepto", pero sin participar en
lo que allí se celebra, y sin poner alma, corazón y vida en lo que se hace,
demuestra que no tiene un idea muy clara de lo que
significa la Eucaristía.
A la Misa, o se va a participar, o no se va a
nada. Todavía en aquellos tiempos en que la celebración era en latín y la gente
no entendía, se podían comprender las actitudes "pasivas" de muchos
de los concurrentes. Pero eso, precisamente, fue lo que quiso cambiar el
Concilio Vaticano II.
Así se expresa uno de sus documentos: "Por
tanto, la Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan
a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que,
comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen consciente,
piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la Palabra de
Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo
por manos del sacerdote, sino juntamente con él; se perfeccionen día a día por
Cristo Mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea
todo en todos". (Constitución "Sacrosanctum
Concilium", num. 48).
No se trata, pues, como queda señalado, que los
que van a Misa sólo entiendan lo que se dice porque se hace en su propia
lengua, sino que sepan y comprendan también lo que se está realizando, para que
su participación sea consciente.
La expresión "oír Misa" debería ser
desterrada, pues tiene una connotación equivocada y no responde a la mentalidad
que el Concilio ha querido infundir en la Iglesia, para que la celebración
eucarística sea el verdadero memorial del Misterio Redentor de Cristo, en el
cual todos participemos gozosamente, obteniendo así sus mejores frutos.
Arnaldo Bazán