COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO
CAPÍTULO PRIMERO: 4

Padre  Arnaldo Bazán

"Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto"(1,19).

Vemos como el evangelista llama a José el “marido”, sin que todavía haya habido entre ellos la fiesta de bodas, pues como se dijo en el número 3, a los desposados se les consideraba verdaderos esposos, de modo que si cometían adulterio se les ponía condenar a morir apedreados.

Mateo recalca la calidad de justo de José. Por algo fue escogido para tan alta misión. Y no porque fuera un viejo, pues aunque mayor que María, debia tener menos de treinta años.

En un evangelio apócrifo de la infancia de Jesús, se habla de que José era un viudo con cuatro hijos, pero eso no tiene asidero en los evangelios ni en la Tradición.

Por entonces María tendría unos quince años, que era la edad normal para que una muchacha se casara en aquellos tiempos. No olvidemos que el promedio de vida de las personas era mucho más corto que el de ahora.

José, en su gran sufrimiento ante lo que veían sus ojos, y sin el consuelo de alguna explicación de María, que había quedado muda al no poder tampoco dar razones convincentes de su estado, pues seguramente pensaba que José no la iba a creer, tomó una determinación.

No podía explicarse como una muchacha tan pura y buena como María podría haber cometido un adulterio. Por otro lado, si él la acusaba, se sentiría culpable de su muerte, pues sería ajusticiada en esa forma cruel que por entonces se empleaba: a pedradas.

Ni siquiera podía imaginarlo. Se aterraba de sólo pensarlo. Y como la amaba, tuvo ese gesto maravilloso que sólo el amor es capaz de producir: se alejaría, se iría a otro lugar, para que la gente pensara que había sido él, y que luego, después de conocer el embarazo de María, se había escapado dejándola sola en su desamparo.

Con frecuencia no entendemos los planes de Dios. ¿Por qué ese silencio?

No sabemos realmente cuánto duró. Los evangelistas posiblemente nunca lo supieron. No era importante como para que les fuera revelado. Pero tuvo que parecerle a José una eternidad. Lo mismo que a María. Pues no podemos pensar que se mantenía tranquila ante el sufrimiento de aquel hombre al que ella también amaba.

Lo que sí podemos estar seguros es de que María esperaba confiada a que Dios resolviera el problema. Si El la había elegido, no la dejaría abandonada. El daría las respuestas adecuadas para terminar con el sufrimiento de los que estaban dispuestos a hacer su voluntad.

Arnaldo Bazán


"Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto"(1,19).

Vemos como el evangelista llama a José el “marido”, sin que todavía haya habido entre ellos la fiesta de bodas, pues como se dijo en el número 3, a los desposados se les consideraba verdaderos esposos, de modo que si cometían adulterio se les ponía condenar a morir apedreados.

Mateo recalca la calidad de justo de José. Por algo fue escogido para tan alta misión. Y no porque fuera un viejo, pues aunque mayor que María, debia tener menos de treinta años.

En un evangelio apócrifo de la infancia de Jesús, se habla de que José era un viudo con cuatro hijos, pero eso no tiene asidero en los evangelios ni en la Tradición.

Por entonces María tendría unos quince años, que era la edad normal para que una muchacha se casara en aquellos tiempos. No olvidemos que el promedio de vida de las personas era mucho más corto que el de ahora.

José, en su gran sufrimiento ante lo que veían sus ojos, y sin el consuelo de alguna explicación de María, que había quedado muda al no poder tampoco dar razones convincentes de su estado, pues seguramente pensaba que José no la iba a creer, tomó una determinación.

No podía explicarse como una muchacha tan pura y buena como María podría haber cometido un adulterio. Por otro lado, si él la acusaba, se sentiría culpable de su muerte, pues sería ajusticiada en esa forma cruel que por entonces se empleaba: a pedradas.

Ni siquiera podía imaginarlo. Se aterraba de sólo pensarlo. Y como la amaba, tuvo ese gesto maravilloso que sólo el amor es capaz de producir: se alejaría, se iría a otro lugar, para que la gente pensara que había sido él, y que luego, después de conocer el embarazo de María, se había escapado dejándola sola en su desamparo.

Con frecuencia no entendemos los planes de Dios. ¿Por qué ese silencio?

No sabemos realmente cuánto duró. Los evangelistas posiblemente nunca lo supieron. No era importante como para que les fuera revelado. Pero tuvo que parecerle a José una eternidad. Lo mismo que a María. Pues no podemos pensar que se mantenía tranquila ante el sufrimiento de aquel hombre al que ella también amaba.

Lo que sí podemos estar seguros es de que María esperaba confiada a que Dios resolviera el problema. Si El la había elegido, no la dejaría abandonada. El daría las respuestas adecuadas para terminar con el sufrimiento de los que estaban dispuestos a hacer su voluntad.

Arnaldo Bazán