Ideas rechazadas e ideas
aceptadas
P. Fernando Pascual
30-5-2020
Cada día rechazamos o
aceptamos ideas y opiniones que nos llegan a través de Internet, televisión,
radio, libros, o simplemente comentarios de otros.
Un opinionista anticipa que
habrá crisis económica. Otro indica que mejorará la situación. Un tercero dice
que todo depende de cómo será la producción de petróleo en varios lugares del
planeta.
El lector puede quedar
indiferente ante estas informaciones, o puede acoger alguna de ellas, o puede
rechazarlas todas porque cree conocer una hipótesis mejor.
El ejemplo anterior se aplica
a miles de temas, no solo respecto del futuro. Mientras unos aceptan que fue
una grave injusticia tirar bombas atómicas en la Segunda guerra mundial, otros
(los hay) creen que fue una opción útil y benéfica para ahorrar miles de
vidas...
No resulta fácil descubrir por
qué aceptamos algunas ideas y por qué rechazamos otras. Mucho depende de la
apariencia que tenga el “informante”: es más aceptable lo que procede de quien
es considerado un experto.
Pero ni siquiera eso basta.
Aceptamos o rechazamos ideas desde prejuicios (en el sentido neutro del
término), lecturas y estudios anteriores, experiencias de haber sido engañados
incluso por expertos, cierta simpatía a lo que vaya de acuerdo con un partido
político o con el otro.
Por eso es bueno, de vez en
cuando, detenerse y ver qué informaciones y datos hemos aceptado últimamente,
cuáles hemos descartado como falsos o al menos insuficientes, y por qué
procedimos de esta manera.
Al hacer un examen sobre
nuestras aceptaciones y sobre nuestros rechazos, quizá descubriremos que no
siempre hemos procedido de modo maduro y serio, y que necesitamos corregir
algunas maneras de pensar que pueden llevarnos a errores o nos apartan de lo
verdadero.
Ese examen no será suficiente
para que logremos aceptar siempre ideas buenas, pues más de una vez volveremos
a equivocarnos; ni para rechazar siempre ideas malas, pues también será posible
que consideremos como falso lo que era verdad.
Pero al menos nos hará más
críticos, más maduros, más conscientes de nuestros modos de pensar y de acoger
o rechazar las ideas que prensa, televisión, radio y tantos otros medios
informativos difunden continuamente.
Sobre todo, ese examen nos
ayudará a promover perspectivas mentales que nos permitan juicios más
ponderados y serenos ante las ideas y opiniones que llegan a diario ante
nuestra mente sedienta de verdad.