¿En qué tienes puesta tu confianza?

La fe es dulzura y gozo del alma)

Rebeca Reynaud

 

¿Tienes puesta tu confianza en ti, en tu belleza, en tus dotes, en tu familia, en el dinero, en el poder? Un católico practicante pone su fe sólo en Dios y en las cosas de Dios. La fe tiene capacidad para iluminar toda la existencia del hombre; cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo. No se trata de razonar mucho sino ver las cosas desde las causas altísimas. Un santo decía: “¡Con la fe, la fe, la fe!... todo es posible; sin la fe, nada es posible.”

A Dios hay que pedirle todo menos explicaciones…, con el paso del tiempo entenderemos lo que ahora no se entiende. Dios permite muchas cosas para afianzarnos en la fe; nos prueba a través de tentaciones. El demonio pone de su parte pesimismo, ansias, angustias, temores e imaginaciones que nos llevan a perder la paz. Si luchamos por ser humildes, venceremos. Entre menos aparece el yo es más fácil la convivencia con los demás.

San Agustín le pedía a Dios que le acrecentase la fe. Le pedía que no permitiera que le negara con los desvaríos de su vida, ni le ofendiere con la negligencia o la tibieza de su alma. Y llama a la fe “dulzura y gozo del alma”

Existe un vínculo entre la pureza de corazón, la del cuerpo y la de la fe (CEC 2518). Los fieles deben creer los artículos del Símbolo “para que, creyendo, obedezcan a Dios; obedeciendo, vivan bien; viviendo bien, purifiquen su corazón; y purificando su corazón, comprendan lo que creen” (San Agustín, fidet symb. 10, 25).

Un amigo fue a Argelia a trabajar. Llegó el domingo y preguntó: “¿Dónde hay una iglesia católica?”. Le respondieron: “No hay, bueno, hay un monje o sacerdote en medio del bosque”. Preguntó a sus colegas que si querían ir a misa. Pensó tomar un taxi pero como vinieron 50 pidieron varios taxis. Llegaron al lugar y preguntaron si podían escuchar una Misa. El sacerdote empezó la Misa, y estaba emocionado en el ofertorio y más en la comunión. Se sentaron a hacer la acción de gracias en la Iglesia y oyeron que el sacerdote sollozaba. Le dieron las gracias y le dieron una limosna de parte de todos los asistentes. Le preguntaron si necesitaba algo. El sacerdote les comentó que ese día era el 50 aniversario de su ordenación, entonces le había dicho al Señor: “No dejes que lo pase solo”. Vio que vinieron 50 personas, una por cada año de su aniversario y estaba conmovido.

La fe no es creer que yo puedo, la fe es creer que Dios puede.

La fe no la establece la razón, sino la Sagrada Escritura y la Tradición.

La fe es la respuesta amorosa al amor de Dios manifestado en Jesucristo. La pregunta más importante que Jesús hace: ¿Quién dicen que soy yo?

Dios nos podría decir: Eres único e insustituible en el lugar en que estás, en el momento en que vives, en la situación que he dispuesto para ti. Yo te necesito para esta parcela del mundo, para este momento de la historia. Yo puedo divinizarlo todo si tú me lo permites. Con tu fe te encuentras Conmigo; con tu esperanza te adhieres a mí con tu amor, unido al mío, construimos el mundo (cfr. Ricardo Sada, Oír tu Voz, Minos, pp. 88-89).

Benedicto XVI enseña que «la escuela de la fe no es una marcha triunfal, sino un camino salpicado de sufrimientos y de amor, de pruebas y fidelidad que hay que renovar todos los días».

Cuando la fe se ha perdido también se pierde la verdadera comprensión de los acontecimientos humanos. El ambiente actual es enormemente sofisticado pero superficial. Aunque el cristianismo es una religión, contiene un repertorio de verdades que confiere respuesta a las cuestiones más arduas, por eso su contribución a la filosofía de Occidente ha sido la de más alcance de toda la historia de la humanidad.

Y es que donde no hay fe, desaparece la paz, y con ella la civilización y el progreso, introduciéndose en su lugar la confusión de ideas, la división de partidos, la lucha de clases y, en los individuos, la rebeldía de las pasiones.

El hombre tiende por inercia a lo natural, a lo visible. La fe es un cambio que hay que hacer todos los días; sólo en una conversión que dure toda nuestra vida podemos percatarnos de lo que significa la frase “yo creo”.