Amarse así mismo
Padre Arnaldo Bazan
Casi siempre que se habla de amor nos referimos
al que uno siente por Dios o por los demás, pero en pocas ocasiones nos
recordamos que, para amar a otros, se requiere primero amarse a sí mismo.
Esto nos lo dice claramente Jesús en el
Evangelio: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22,39),
reafirmando un mandato ya expresado en Levítico 19,18. Es como si se pudiera
decir: el primer mandamiento te obliga a amar a Dios, el segundo a ti mismo y
el tercero al prójimo como a ti mismo.
¿Cómo podría uno querer para otro lo que no
quiere para sí? ¿Cómo podría uno dar a otro lo que no tiene?
El alcance del amor a sí mismo es tremendo,
aunque somos muchos los que nos olvidamos de ello. Podría afirmarse que el
mundo está enfermo porque la gente no se ama a sí misma. Como consecuencia
estamos incapacitados para amar a Dios y a los demás.
BUSCAR EL
BIEN
La manera de demostrar el amor que tenemos por
alguien es la forma en que nos comportamos con él o ella. Dice Juan: "Para
saber si conocemos a Dios, veamos si cumplimos sus mandamientos" (1 Juan
2,3).
A esto podríamos aplicar lo que dice Santiago de
la fe: "Supongamos que un hermano o una hermana no tienen qué ponerse y
andan faltos de alimento diario, y que uno de ustedes les dicen: "Anden
con Dios, caliéntense y buen provecho", pero sin darles lo necesario para
el cuerpo, ¿de qué sirve eso? Pues lo mismo la fe: si no tiene obras, ella sola
es un cadáver" (2,15-17).
El amor verdadero, como la fe, supone que uno no
se quede en puras palabras, sino que lo que sentimos nos lleve a la acción,
siempre que ésta sea posible. Lo dice Juan: "No amemos con palabras y de
boca, sino con obras y de verdad" (1ª.3,18).
¿Cómo aplicar esto cuando se trata de uno mismo?
¿Cómo se demuestra uno el amor a sí mismo?
Pienso que dos serian
las principales demostraciones de este amor. Por un lado tratando de
desarrollar todas las capacidades físicas, mentales y espirituales, a fin de
disfrutar al máximo de lo que Dios ha creado para nuestro provecho y felicidad.
En segundo lugar pondría el cuidado que se
requiere tanto del cuerpo como de la mente, para que tengamos buena salud
física y mental.
DESARROLLO
PERSONAL PLENO
No siempre depende de nosotros el que podamos
desarrollarnos totalmente como personas. Esto va a depender, también, de la
educación recibida y de los influjos que otros hayan ejercido, sobre todo en
los primeros años de nuestra vida.
Con todo, siempre habrá un largo espacio para
nuestra propia responsabilidad personal. Cada quien tiene que trabajar con lo
que tiene a fin de desarrollar al máximo sus capacidades. Luego tendremos que
dar cuenta de los talentos que hayamos recibido. A nadie se le pedirá más de lo
que deba.
El amor a si mismo exige que hagamos todo el
esfuerzo para no caer en la mediocridad, dejándonos vencer por la comodidad o
la vagancia. Tenemos que ser hombres y mujeres productivos,
nunca indiferentes a los problemas del mundo, tratando de rendir con nuestro
trabajo, por humilde que sea, un beneficio personal y colectivo.
Tenemos que ser los primeros en disfrutar de lo
que hacemos. "La caridad bien entendida empieza por casa", es un
dicho común. Hemos de aprender a descansar y a gozar de las muchas cosas buenas
que hay en el mundo, siempre que podamos.
Por otro lado, estar preparados para aceptar los
fracasos y sabernos perdonar cuando cometemos errores. Debemos comprendernos y
justificarnos, siempre que no sea para echar a otros la culpa o continuar
haciendo algo que sea malo.
Tenemos que cumplir con nuestro deber, pero
defendiendo nuestros derechos, a fin de poder gozar de ellos en todo lo que sea
posible.
CUIDAR DE
UNO MISMO
Uno de los pecados que cometemos más
frecuentemente contra nosotros mismo es el descuido de la salud. Casi nadie se
confiesa de ello, pero es una realidad amarga.
Preferimos con frecuencia lo que es sabroso, por
encima de lo que es bueno, aunque con ello estemos poniendo en riesgo la propia
vida.
"A un gustazo un trancazo", parece ser
la consigna de muchos. Y con ello se justifica cualquier cosa.
Ahí tenemos los que fuman. Dios nos ha dado dos
pulmones para que purifiquen el aire que respiramos y nuestro organismo se
mantenga sano. Pero desde que alguien inventó lo de fumar y la práctica se puso
de moda, convinimos en que da cierto placer, y hasta es elegante. De ahí vino
el convencimiento de que "ayuda a disipar y hasta a pensar". mientras los pulmones se van llenando de toda clase de
desperdicios hasta que se vuelven inútiles para realizar su cometido.
Lo mismo podríamos decir del beber. Esto sería
menos dañino si logramos controlarlo, pero ya se sabe que el alcohol ejerce una
influencia gratificante, que le hace sentir a uno capaz de cualquier cosa,
mientras la voluntad se acorta y la bebida se convierte en una
"medicina" que sólo consigue que olvidemos las responsabilidades,
pero agrandando los problemas.
No hablemos de las drogas, que destruyen las
mejores capacidades del individuo, convirtiéndolo en un verdadero esclavo. Todo
vicio es, hasta cierto punto, una esclavitud, y allí podríamos incluir la inmoderación
en el comer, en el jugar y en todo lo demás.
Concluyamos con esta regla: "Desea para ti
mismo lo que deseas para los demás. Trátate como si fueras tu mejor
amigo".
Arnaldo Bazán