"Acabo de pasar trece
meses en la cárcel por un crimen que no cometí, sufriendo una decepción tras
otra. Sabía que Dios estaba conmigo, pero ignoraba qué pretendía",
afirma el cardenal. El Martes Santo fue puesto en libertad tras anular el
Tribunal Supremo australiano, por decisión unánime de sus siete jueces,
la condena de enero de 2019 por un crimen de abusos. La sentencia es
demoledora para quienes la dictaron en primera instancia y para el tribunal
de Victoria que, por dos votos contra uno, denegó la primera apelación:
"Había una razonable posibilidad de que el delito no hubiese tenido
lugar, por lo que debería haber habido una duda razonable sobre la culpabilidad
del acusado". "Con cada golpe", continúa Pell, "venía la consolación de saber que podía
ofrecerlo a Dios por algún buen propósito, como convertir un sufrimiento
tan enorme en energía espiritual".
El purpurado australiano
pone su propio dolor en el contexto del presente dolor mundial: "Todo el mundo sufre. Nadie se libra de ello en todo momento. Todo el mundo ha de enfrentarse a un par
de preguntas: ¿qué debo hacer en esta situación? ¿Por qué hay tanto mal y tanto
sufrimiento? ¿Y por qué me pasa esto a mí? ¿Por qué esta pandemia de
coronavirus?".
Pell
repasa algunas posibles respuestas. Los griegos y romanos atribuían el
sufrimiento humano a que "los dioses eran caprichosos". Los ateos
piensan que "el universo, incluidos nosotros, es producto de un ciego
azar, que no existe ninguna inteligencia trascendente". El "agnosticismo
radical" cree que "no sabemos y quizá no queremos saber", y
"o bien lucha contra el destino con dignidad estoica o bien lo hace con
furia y 'rabia contra la luz'".
La "respuesta cristiana al sufrimiento y a la vida" se
encuentra en la Pascua de Resurrección: no solo el alma de Jesús sigue
existiendo, "retornó de la muerte Su persona entera, quebrando las leyes
de la salud y de la física". Él era el Hijo de Dios, un Mesías que no fue
un gran monarca, sino "un siervo
sufriente que nos redime y nos dispone para recibir el perdón y entrar en una
eternidad feliz".
Los cristianos ven a
Cristo en todos los que sufren -las víctimas, los enfermos, los ancianos- y
están obligados a ayudarles". Por eso siempre lo han hecho en todas las
plagas anteriores y lo hacen en ésta. De la cual también puede extraerse algo
positivo, dice el cardenal haciendo una comparación precisamente con lo que le
llevó a prisión: "La crisis de los abusos sexuales hizo daño a miles de
víctimas. Desde muchos puntos de vista la crisis también fue mala para la
Iglesia católica, pero hemos extirpado dolorosamente ese cáncer y eso es bueno.
También algunos pueden ver el Covid-19 como una mala etapa para quienes creen
en un Dios bueno y racional, Sumo Amor e Inteligencia Suprema, Creador del
universo. Y es un misterio: todo sufrimiento lo es, pero especialmente
el número masivo de muertes por las plagas y las guerras. Pero los
cristianos pueden abordar el sufrimiento mejor que los ateos explicar la
belleza y la felicidad de la vida".
¿Por qué? Porque el mismo
Hijo de Dios sufrió antes, y con ello "nos redimió y nosotros podemos redimir nuestro sufrimiento
uniéndolo al suyo y ofreciéndoselo a Dios".
"Eso también forma parte del mensaje de Pascua de Cristo
Resucitado", concluye.