Rechazos y acogidas
P. Fernando Pascual
20-4-2020
Hay rechazos por motivos
diferentes. Un prejuicio lleva a rechazar a alguien que habla otro idioma. Un
miedo lleva a rechazar a alguien que viste de modo descuidado. Una mala
experiencia lleva a rechazar a ciertas categorías profesionales.
Hay acogidas por motivos
diferentes. Una actitud de simpatía lleva a acoger a quien se acerca en la
estación de tren. Un problema económico lleva a acoger a un familiar que tiene
fama de generoso. Una fiebre extraña lleva a acoger el consejo de un médico
desconocido.
La lista podría ser mucho más
larga. Incluso una misma persona que hoy rechazó a aquel vendedor insistente,
mañana lo acogerá porque ha empezado a comprender que incluso quien molesta
tiene una humanidad digna de respeto.
Los rechazos pueden llevar a
actitudes de desprecio, o de indiferencia, o de alejamiento, o de miedo, o de
huida, o de agresividad.
Las acogidas pueden llevar a
actitudes de simpatía, de solidaridad, de escucha, de respeto, de perdón, de afecto
sincero por el otro y sus circunstancias.
En un mundo donde hay tantos
rechazos (basta con leer algunos comentarios en redes sociales), se hace
urgente promover acogidas capaces de superar muros, de dinamitar prejuicios, de
construir puentes entre barrios donde antes reinaba el odio.
Puede parecer una utopía, pero
es posible. Cristo, que supo acoger a los pecadores (que muchas veces eran
despreciados, señalados, rechazados) nos da un ejemplo del camino, incluso nos
invita a recorrerlo.
“Más bien, amad a vuestros
enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra
recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los
ingratos y los perversos” (Lc 6,35).
Dios nos enseña el camino de
la acogida, del perdón, de la entrega, de la paciencia, del servicio. Porque es
bueno, “hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e
injustos” (Mt 5,45).
Si los cristianos vivimos
realmente el Evangelio, será posible dejar a un lado rechazos que generan tanto
dolor y lágrimas, y promover acogidas buenas que permitan a muchos recibir un
bálsamo de amor que cura, que rescata, que salva.