Vidas concretas y ciencias abstractas

P. Fernando Pascual

14-4-2020

 

Cada vida sigue un camino concreto desde hechos particulares. Una caída, un encuentro fortuito, la comida preparada a tiempo, la medicina tomada por equivocación.

 

La ciencia, en cambio, busca lo general, lo abstracto, lo que vale para muchos. Por eso la ciencia dirá que los cuerpos pesados caen y lo hacen por motivos concretos, pero sin dar importancia a la caída de un reloj a las tres de la tarde por la ventana.

 

Esta diferencia de ámbitos muestra dos dimensiones humanas de gran valor. La primera, la de la contingencia de los hechos cotidianos que tejen la biografía de cada uno.

 

La segunda, el deseo de conocer lo abstracto, lo general, las leyes que describen el universo o las bacterias, las reglas fijas de la matemática que tanto alegran a los que llegan a probarlas y comprenderlas.

 

Entre las vidas concretas y las ciencias abstractas corren relaciones más o menos ricas. El científico que descubre una nueva ley química tiene por la tarde dolor de estómago y por la noche llama por teléfono a su madre anciana.

 

Su descubrimiento, que será celebrado por la comunidad científica, se inscribe en su vida personal, hecha por tantos pequeños o grandes hechos que no parecen tener ninguna relevancia para las leyes de cada disciplina.

 

Sin embargo, el dolor de estómago y la llamada telefónica, que no sirven para engrosar el currículum de un importante científico, tienen un sentido y un valor que cada uno descubre y reconoce según sus modos de pensar y de sentir.

 

Incluso no faltan ocasiones en las que un descubrimiento científico ha sido posible gracias al buen estado de humor de quien ha constatado nuevamente la belleza de sus relaciones familiares y llega al laboratorio con una dosis de entusiasmo que abre la mente a esa perspectiva del genio.

 

Mientras el mundo científico avanza y las publicaciones se multiplican a un ritmo inimaginable hace 200 años, la vida corriente de cada ser humano se construye por miles de hechos sencillos y, aparentemente, intranscendentes.

 

Entre esos hechos, aquellos que nacen desde el amor, la honestidad, la justicia, construyen un mundo más bello. Un mundo que, vale la pena recordarlo, tanto contribuye al desarrollo de la buena ciencia, esa que no solo descubre leyes, sino que sirve para mejorar un poco la condición humana.