Condenas fáciles y silencios
cómplices
P. Fernando Pascual
8-2-2020
Hay ciertas condenas que
resultan fáciles porque van en sintonía con el modo de pensar de algunas
corrientes políticas y de importantes medios de comunicación.
Otras condenas, en cambio,
resultan difíciles, porque irían contra modos de pensar muy difundidos, o
porque implicarían riesgos al oponerse a grupos de presión muy poderosos.
Por poner un ejemplo, muchas
personas y grupos critican y denuncian la construcción de muros o barreras en
las fronteras por parte de gobiernos que buscan así frenar movimientos de gente
difícilmente controlables.
Muchas de esas mismas personas
y grupos guardan un silencio extraño, casi cómplice, ante la represión de las
autoridades de un poderoso país hacia grupos religiosos cristianos, hacia
musulmanes, o hacia disidentes políticos.
Otro ejemplo: es bastante
fácil organizar protestas contra Estados democráticos que todavía permiten la
pena de muerte, mientras que se dice muy poco sobre los millones de hijos que
mueren antes de nacer por culpa de abortos legales.
La lista podría ser mucho más
larga, pero refleja un modo arbitrario de actuar, que evidencia cómo todavía
hoy existen prejuicios ideológicos, distorsiones informativas, complicidades
más o menos explícitas: hay personas que aplauden el aborto como una “conquista
social”.
Frente a las condenas fáciles,
promovidas desde apoyos de importantes grupos de presión, y frente a los
silencios cómplices, gracias a los cuales siguen en pie injusticias graves
sobre inocentes, hace falta armarse de valor y dar voz a quienes están más
silenciados.
Millones de seres humanos han
sufrido y sufren a causa de decisiones injustas y de complicidades de quienes
miran a otro lado. Esos seres humanos merecen el apoyo de hombres y mujeres
valientes, dispuestos a denunciar graves atentados contra los derechos humanos,
y a promover aquella justicia mínima que debe tutelar a los inocentes, sobre
todo a los más débiles.