CADA DÍA SU AFÁN

 

EL CORONAVIRUS Y EL TRÍPODE

 

La pandemia del coronavirus nos ha enseñado muchas lecciones que teníamos bastante olvidadas. Lecciones que tienen mucho que ver con el trípode referencial. Es decir, nos ha ayudado a revisar nuestra relación con lo otro, con los otros y con el absolutamente Otro.

• “Lo otro” es la naturaleza, que los creyentes reconocemos como la creación.  Durante mucho tiempo la hemos explotado y violentado. La cuarentena nos ha advertido de ese error. Es verdad que en los últimos tiempos, muchas personas han decidido venerar la naturaleza hasta el grado de adorarla. Y tampoco es eso. El miedo al virus y sus dramáticas consecuencias nos ha recordado que no hay salvación sin un Salvador.

Pero “lo otro” es también el amplio campo de los instrumentos, de la técnica, de las numerosas ingenierías, de las superestructuras deportivas y artísticas, sociales y religiosas, económicas y políticas. Llevamos unos siglos concediendo un valor excesivo a todos esos engranajes que tanto nos ocupan y preocupan. La amenaza del virus ha levantado en nuestra conciencia  una llamada de atención.

• “Los otros” están ahí, pero con demasiada frecuencia los ignoramos, los despreciamos, los juzgamos, los pisoteamos. Todos nosotros hemos aprendido a reivindicar derechos reales y ficticios. Pero no hemos aprendido a asumir los deberes que nos corresponden para que esta sociedad se convierta en una comunidad, para que esta convivencia adquiera los rasgos de una fraternidad/sororidad. El virus nos ha recordado que no podemos vivir a solas. Nadie es una isla.

Pero entre  “los otros” hay muchos que han prestado un servicio heroico a los demás. Servicios profesionales ejercidos con una dignidad encomiable. Y servicios espontáneos que han superado el cliché habitual y muy honroso del voluntariado para hacer ejercicios de cercanía y de ternura.

• Y “el absolutamente Otro”. Cuando Grotius escribió que podemos y debemos comportarnos “como si Dios no existiera”, estaba reivindicando la majestad de una norma de conducta anterior a credos y leyes, a consensos y alianzas interesadas. Pero, rodando los siglos, hemos pensado que estábamos autorizados a vivir “como Dios”, porque finalmente habíamos logrado desterrarlo y sustituirlo. Y así nos ha ido.

Pero ahí está el “verdaderamente Otro”, que nos ha presentado una vez más la gloria de su rostro en el rostro sufriente de los más desvalidos de la tierra. El virus nos ha revelado su majestad y ha desvelado nuestra necedad.

Son lecciones elementales, aprendidas y olvidadas una y otra vez a lo largo de los siglos. Ahora nos tocaba volver a la escuela. Es un dolor ver que muchos no han llegado a sentarse en sus bancos. ¡Si al menos los que queden hubieran aprendido las lecciones!

 

José-Román Flecha Andrés