Cuando es bueno mirar al pasado

P. Fernando Pascual

14-3-2020

 

Conocer el pasado estimula y ayuda a comprender el presente y a proyectar el futuro. Resulta, sin embargo, algo difícil, especialmente al observar dos extremos: la exaltación excesiva del pasado, y la denigración sistemática del mismo.

 

El primer extremo lleva a las famosas leyendas áureas, que presentan algún momento del pasado como idílico, perfecto, deseable. Esas leyendas pueden referirse a pasados conocidos (“cuando yo era joven...”) o a pasado remotos, incluso imaginarios.

 

El segundo extremo denuncia las numerosas sombras del pasado: comportamientos abusivos y violentos; errores en la medicina, en la técnica, en las ciencias; guerras de una crueldad absurda; y una larga lista de defectos que nos presentan un pasado negativo, oscurantista, antihumano.

 

Entre esos dos extremos hay muchas posibilidades, algunas mejores, otras peores. Reconocer que ante el pasado existen opiniones diferentes sirve para estimular a un mejor conocimiento del mismo, lo cual ayuda a superar prejuicios exaltatorios o denigratorios que solo sirven para distorsionar la realidad.

 

Si el estudio del pasado se realiza de un modo serio y profundo, permite entrever lo positivo y lo negativo de periodos de tiempo cercanos o lejanos. Ello no quita las enormes dificultades de tal estudio, sea por falta de documentos, sea por informaciones insuficientes o erróneas, sea por prejuicios del presente.

 

Reconocer tales dificultades puede ser de ayuda para mejorar el estudio. Entonces será posible vislumbrar una sorprendente conclusión, que supera un prejuicio moderno muy arraigado: en ocasiones resulta bueno “volver al pasado”.

 

Esa conclusión supera el prejuicio, heredero de ciertas ideologías como la marxista, la fascista, o la capitalista, unidas al mito del progreso, según el cual no es posible ningún regreso al pasado, o que el proponerlo sería siempre negativo.

 

Es cierto que el pasado nunca se repetirá, porque cada generación es diferente. Pero también es cierto que aspectos positivos del pasado, reconocidos a través de buenos estudios, pueden ser asumidos por la generación actual en vistas a mejoras en los modos de vivir.

 

Lo importante, a la hora de mirar el pasado, es saber identificar aquellos aspectos negativos que tenemos que evitar (para no repetir errores que el pasado nos enseña), y aquellos aspectos positivos que vale la pena rescatar y proponer también para las generaciones futuras.