Mi viaje a Jerusalén
Rebeca Reynaud
Mi viaje a Israel fue una experiencia de suma alegría. Lo primero
que se ve es que todos los letreros están en hebreo, en árabe y a veces se
añade el inglés, o sea que somos dos o tres veces anafabetas.
En Abu Gosh, pequeño pueblo árabe, a 15
Km. de Jerusalén, hay una iglesia y un alojamiento dedicado a Notre Dame Arche
dú Alliance (Nuestra Señora, Arca de la
Alianza), llevado por las Hermanas de San José. Allí conocí a un misionero
belga de unos 75 años, de la Orden de los Padres Blancos llamado Paul. Me
explicó que de los Lugares Santos hay tres criterios: lo
real, lo tradicional y lo popular. Lo real es muy poco, lo tradicional es más,
y lo popular, mucho más. Algunos lugares están santificados por la memoria de
Cristo, de la Virgen o de los Apóstoles. Me contó que en su Orden no
tienen vocaciones europeas, sólo diez novicios del Este de África. Él estaba
allí terminando su Retiro de ocho días, pero vive habitualmente en el Barrio
musulmán, junto a la Iglesia dedicada a Santa Ana, donde está la Piscina
probática de Bethesda. En esta piscina de cinco
pórticos, se llevó a cabo la primera catequesis y los primeros bautizos.
En Notre Dame nos
alojamos sólo dos días y después emprendimos la marcha a unos metros de allí,
donde se encuentra una casa de convivencias, Saxum,
donde nos sentimos en nuestra casa.
Fue emocionante mirar y tocar los lugares en donde estuvo Jesús,
la Virgen, los apóstoles, los profetas, Herodes el Grande, Caifás y otros
personajes del Antiguo y Nuevo Testamento.
El Lago de Galilea, de Tiberíades o Mar
de Genesareth, es lo único que permanece igual a como
lo vio Jesús. Mide 20 Km por10 Km. Es precioso pero es más pequeño que el Mar
Muerto. Las losas de lo que fue la explanada del Templo de Jerusalén (hoy lugar
de dos mezquitas) fueron puestas por Herodes el Grande. Allí Jesús fue
presentado en el Templo, allí se quedó dos días a los doce años de edad y allí
enseñó y discutió con los fariseos... Algunos arqueólogos actuales dicen que el
Templo estuvo en la Ciudad de David y no allí, pues no hay agua, y que allí
estuvo viviendo una Legión romana.
La Basílica de todas las Naciones o de la Agonía recuerda cuando
Cristo oró y sudó sangre. Allí oímos Misa. Ana Catarina Emmerick
dice que cuando iba rumbo al Monte de los Olivos, el Señor no dejó de llorar.
Aquí Dios permite que palpemos nuestra nada y la infinita misericordia de Dios.
Dios nos dice: “He aquí mi amor, mi amor sin límites. Vengan a mis brazos y los
haré dichosos”. Lo que más me hizo pensar fue la soledad de Jesús. En el Huerto
de los Olivos sus amigos se duermen y lo dejaron solo cuando más necesitaba de
ser arropado; luego, ante el juicio del sanedrín el pueblo le da la espalda, y
con la condena de Poncio Pilato el Imperio Romano lo desprecia, lo nulifica, el
preso se hace invisible, ya pueden hacer los soldados lo que quieran con él.
El Santo Sepulcro es bellísimo -sobre todo por lo que supone-,
cerca están varias capillas que pertenecen a griegos ortodoxos,
católicos, coptos, latinos, sirios, etíopes y armenios. Cada uno cuidan cada centímetro. Se hace cola de una a cuatro horas
para entrar, y luego te dejan estar doce segundos, y eso a nadie importa.
¡Tiene tanta historia! Los Cruzados daban la vida por rescatar el Santo
Sepulcro de manos de los musulmanes. Una chica joven de España, me
comentó que era la cuarta vez que acudía al lugar y no había podido entrar,
pero era edificante ver cómo persistía hasta que entró.
Ir a donde Pedro negó al Señor – al Gallicantu- donde cantó
el gallo, me cogió desprevenida. De repente estábamos en casa del que fue
sumo sacerdote, Caifás. Este hombre tenía un calabozo para presos peligrosos,
de 3m x 3 m. Bajaban al preso por un agujero -el techo era alto-, y pasaba la
noche a oscuras en un calabozo lleno de alimañas y suciedad de presos
anteriores. Allí pasó Jesús el Jueves Santo por la noche. ¡El Dueño del
universo! De la casa de Caifás en el Monte Sion sólo queda ese calabozo.
Jerusalén ha sido 18 veces destruida y vuelta a construir en el
mismo lugar. Entonces, la ciudad que Jesús habitó está, en su mayor parte, diez
o doce metros bajo tierra.
La multiculturalidad de Tierra Santa llama la atención; vienen
musulmanes, judíos, cristianos y personas de Vietnam, Indonesia, Francia,
Corea, Canadá, Estados Unidos y países de África.
Palestina es el único lugar en el que se puede decir: “Aquí
sucedió”. En la Gruta de Belén: “Aquí nació el Hijo de Dios”. En el Huerto de
los Olivos: “Aquí fue capturado”. En el Santo Sepulcro: “¡Aquí venció a la
muerte! ¡Aquí está la tumba vacía!”. Aquí el Salvador santificó estas tierras
con sus largas caminatas. Aquí, es Dios quien hace santa cada piedra, y el
peregrino se puede unir a la Pasión del Maestro. Nos acompañaban dos
sacerdotes, uno de Portugal y otro de Colombia, que celebraban Misa en los
Lugares Santos. Con la Liturgia teníamos el Cielo en la tierra.
Hay un proyecto de conservación de la fortaleza o Ciudadela de
Acre (Akko, en
hebreo; eran edificios cruzados) que es un complejo subterráneo que mide 8
kilómetros cuadrados. La guía explicó que la obra arqueológica la llevan a cabo
judíos con presupuesto del Estado y no quieren que entre más gente porque se
llevan las cosas encontradas. Visitamos la bellísima Cesarea
Marítima, junto al Mar Mediterráneo, donde siguen en marcha también las
excavaciones. Allí San Pablo estuvo preso, Pedro pasó por allí, y allí habitaba
Poncio Pilatos habitualmente y también vivió aquí Festo.
También fuimos al Carmelo donde está la cueva del profeta Elías abajo del
retablo. En una iglesia adjunta hicimos oración, tuvimos Misa y bendición de
escapularios.
Tres días antes de terminar el viaje, la guía –que era judía- nos
dijo que había tres lugares para que la gente pasara toda la noche en el Santo
Sepulcro. Se animaron enseguida tres de nuestro grupo. Al día siguiente
consiguieron cuatro lugares y al siguiente, cinco. Vi que regresaban
felicísimas de haber pasado la noche de 7 a 11 p.m. en el Santo Sepulcro y,
después, junto al Calvario, pues a esa hora llegaban los griegos ortodoxos a
poner incienso. Supimos que a diario había quince lugares para católicos para
pasar la noche junto al Santo Sepulcro.
La compañía que tuve fue sumamente grata. El grupo estaba formado
por personas que sólo pensaban en servir y hacer la vida agradable. Casi todas
eran personas mayores que aprecian al máximo las huellas invisibles de Jesús.
Éramos 31 mujeres de habla castellana y 11 de habla portuguesa Fue la antesala
del Cielo. Y nos acompañaban dos sacerdotes, uno de Portugal y otro de
Colombia, que celebraban Misa en los Lugares Santos. Con la Liturgia teníamos
el Cielo en la tierra.
No pudimos ver las ruinas de la fortaleza o palacio de Herodes en Maqueronte, donde fue decapitado Juan el Bautista, porque
está a un lado del Mar Muerto que pertenece a Jordania. Mi alegría se vio
colmada al conocer las historias personales de algunos judíos mesiánicos.
El aeropuerto de Israel está muy limpio y no hay un solo foco
fundido.
Uno termina diciendo: “Gracias, gracias, gracias”.