Ante la incertidumbre del futuro

P. Fernando Pascual

7-12-2019

 

En el mundo antiguo, un general organiza sus tropas para la batalla. No está seguro de la victoria. Consulta a los adivinos sobre lo que pueda ser mejor para vencer.

 

En el mundo moderno, un hombre de negocios desea aumentar sus ganancias. Antes de escoger dónde invertir su dinero, lee el horóscopo de la semana o consulta a algún "brujo" de la zona.

 

Sorprende ver cómo en la Antigüedad y también en el mundo moderno miles de seres humanos buscaban y buscan caminos erróneos y llenos de peligros para ver mejor un futuro que muchas veces está envuelto en tinieblas.

 

Junto a los que acuden a adivinos, agoreros, sibilas, brujos y otras personas que se atribuyen falsamente la capacidad de leer el futuro, existen otros seres humanos que practican algo más sencillo y más sensato: la virtud de la prudencia.

 

Porque, hay que reconocerlo, muchos que se atribuyen poderes mágicos lo hacen con dolo, al abusar de la credulidad de la gente que busca ayudas extraordinarias a la hora de tomar decisiones de mayor importancia.

 

Aunque los engaños de los adivinos puedan, fortuitamente, tener buenos resultados en un futuro inmediato, lo más humano y más eficaz consiste en reflexionar seriamente ante cada decisión que afecte nuestro futuro.

 

En esa reflexión, la prudencia ocupa un lugar único, pues permite analizar con mirada atenta la mayor parte de los elementos relacionados con lo que vamos a realizar, y nos impulsa a acoger la ayuda de buenos consejeros.

 

Ciertamente, ni el hombre más prudente ni los mejores consejeros son capaces de acertar siempre en cada una de las elecciones adoptadas. La incertidumbre del futuro sorprende con hechos no previstos que pueden inutilizar por completo los mejores consejos recibidos.

 

Pero esa incertidumbre del futuro no debe paralizarnos. La vida exige, minuto a minuto, que tomemos decisiones grandes y pequeñas que poco a poco desvelan una historia que, esperamos, tenga un final feliz.

 

Luego, el resto (es decir, todo) sabemos que está en las manos de Dios, que de modos misteriosos guía la historia humana, y siempre ayuda a quienes confían en Él y se esfuerzan, en medio de las oscuridades de cada día, por encontrar el mejor camino para amarle a Él y a los hermanos.