Visita al Santísimo

Rebeca Reynaud

 

Al hacer la Visita al Santísimo entramos en el santuario de nuestra alma bautizada, que es el Templo del Espíritu Santo, para adorar a Dios, para pedirle luces y fuerzas, pedirle gracias y reparar.

 

Cuantas más veces visitemos al Santísimo más robusta será nuestra alma. Bien se puede decir que quien se presenta diariamente a una audiencia con Jesús sacramentado ha encontrado el secreto de la santidad y de la dicha.

(Tihamér Tóth). ¡Cuánta fuerza espiritual, cuánto sosiego, cuánto aliento pueden brotar de una visita al Santísimo!

 

La presencia de Jesús sacramentado en la iglesia es la fuerza que empuja la vida interior y garantiza la fecundidad en el apostolado.

En el libro Gran Cruzada de Amor y Misericordia, dice el Señor a la vidente: El abandono de las visitas a Mi Sacramento de amor, la escasez de comuniones, el respeto humano por el cual muchos se avergüenzan de acercarse a la mesa de los ángeles, proviene de la falta de fe. Porque si se dieran cuenta, si les dijeran con convicción que la infinita Majestad de su Dios —con sus cortesanos excelsos— reside en sus templos, estarían ansiosos los hombres, afanados, solícitos por merecer la honra y la dicha de hablar, de recibir, de vivir con su Señor.

Felices mis Apóstoles que, después de la primera comunión en el Cenáculo, decían: Ahora comprendemos todo lo que nos dices… Feliz Tomás, el incrédulo, quien al contacto de Mis llagas prorrumpió en un acto de fe y amor intenso. Felices los discípulos de Emaús, quienes me reconocieron en el peregrino que les había encendido el corazón… Felices tanto pobres e ignorantes, según el mundo, que con el trato continuo Conmigo han aprendido la sabiduría celestial, la que comunica la fe, avivada con la recepción del sagrado banquete.

 

Hacemos la visita al Santísimo de rodillas, ésta es la postura adecuada. Se comprende. No es posible soportar de pié un misterio tan tremendo; éste nos obliga imperiosamente a postrarnos, a hincarnos de rodillas.

 

¡Cuánto puede influir en nuestra vida la Visita al Santísimo! Si hago bien la visita, durante el día irradiaré amor, perdón, alegría autodisciplina...  ¡Es hermoso Jesús oculto en las especies sacramentales!

 

El Señor le dice a Gabriela Bossis: Mis visitantes son pocos y sus visitas son breves y apresuradas... ¡Cuántas veces en mi tabernáculo he tenido las manos llenas de dones pero nadie ha venido por ellos! Y sin embargo algunos habían entrado a la iglesia para una visita distraída y corta, lejana, como si mi Cuerpo estuviera muerto en la Eucaristía y mi alma arriba, en el Cielo… Piensa en la realidad de mi presencia eucarística; sólo así podrás amarme (Él y yo, núm1805).

 

Desde la antigüedad la Iglesia deja de celebrar la Santa Misa el Viernes y Sábado Santos porque el Jesús presente en la hostia es el Jesús glorioso.

 

Dice la Carta Apostólica Mane nobiscum, n. 19: Cuando los discípulos de Emaús le pidieron (al Señor) que se quedara “con” ellos, Jesús contestó con un don mucho mayor: Mediante el sacramento de la Eucaristía encontró el modo de quedarse “en” ellos.

 

Había un hombre que tenía en una finca una gran cascada, y no la aprovechaba para nada. Cuando viejo, resolvió por fin poner una turbina, y así producir corriente eléctrica con aquella fuerza que se perdía. Terminada ya la obra, cuando la corriente eléctrica suministraba luz, daba calefacción, empujaba coches, ponía máquinas en movimiento, nuestro hombre se hizo amargos reproches: ¿Cómo pude ser tan necio durante decenios? ¡No aprovechar esta inestimable fuente de energías, no preocuparme lo más mínimo por explotarla! .... ¿No deben sentir lo mismo muchos hombres al descubrir la fuerza de energías que hay oculta en el Santísimo Sacramento? ¡Cuántas veces necesité en la vida orientación, luces, consuelos espirituales! ¡Y me esperaba Jesús Sacramentado, y yo ni siquiera daba un paso hacia Él!

 

Sería muy diferente la vida de muchas personas, y la vida de toda la humanidad, si en todas las luchas nos dejáramos vivificar, guiar y confortar por las fuerzas de la Eucaristía.

 

Unos granos verdes, agraces, duros se ven colgados de la vid: pero si les da el sol, llegan a formar un racimo sabroso y fragante. También el alma humana es verde, agraz y dura; pero si le da el sol vivificador de la Eucaristía la hace hermosa, amable, llena de fragancia.

 

En una pequeña ciudad cerca de Roma, en Orvieto, hay una catedral magnífica; la hizo construir el Papa Urbano IV en memoria del milagro de Bolsena.  En la Santa Misa el celebrante tuvo un momento de duda sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Al llegar el momento de la consagración, el vino del cáliz se transformó de un modo visible en sangre bermeja, y empezó a hervir, y se desparramó sobre el altar... Éste es el milagro de Bolsena, y en su memoria se construyó la célebre catedral de Orvieto.

 

Ciertamente, la Eucaristía es también la gran piedra de toque para la fe. También a nosotros nos pregunta el Señor como a los discípulos en Cafarnaum“¿Y vosotros queréis también retiraros?” (Juan 6,68). ¿Qué otra cosa podemos contestar, sino lo que dijo San Pedro? “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6,69).

 

Es tiempo de hacer actos de desagravio por las ofensas y las faltas de delicadeza con el Señor en la Eucaristía. El Papa lo pidió mucho, y la Virgen, en Fátima, también.

Para concluir podemos traer a colación un pensamiento del ilustre pastor y predicador norteamericano, Fulton Sheen: “Tendrás que combatir muchas batallas, pero no te preocupes porque al final ganarás la guerra ante el Santísimo Sacramento”.