Vigilar al vigilante
P. Fernando Pascual
23-11-2019
Es un tema que vale la pena
tener presente y que se expresa en la famosa pregunta sobre quién vigila al
vigilante (en inglés, "who guards
the guardians?", que
procede del latín "quis custodiet
ipsos custodes?").
Las sociedades de todos los
tiempos han buscado y buscan sistemas de control y vigilancia para evitar el
daño que provocan unos contra otros.
Esos sistemas tienen previsto
que existan jueces, inspectores, revisores, policías y otras personas
encargadas de vigilar y erradicar acciones injustas e ilegales.
Pero los que tienen la tarea
de vigilar y controlar a otros son seres humanos vulnerables, con intereses,
ideas y presiones que pueden corromperlos.
De ahí las preguntas: ¿quién
vigila al vigilante? ¿Quién controla a los que controlan? ¿Quién juzga a los
jueces? ¿Quién observa a los policías?
Existen, en diversos lugares,
sistemas, auditorías y otros instrumentos para ver si los controladores
trabajan bien.
Esos sistemas y métodos, sin
embargo, trasladan el problema que nunca podrá ser evitado del todo: también
quien controla al controlador necesita ser controlado...
No se puede proceder hasta el
infinito, ni hacer propuestas circulares donde los controlados pueden controlar
a los controladores...
Ante un problema que parece
insoluble, se vislumbra la necesidad de un camino de formación y acompañamiento
que ayude a cada persona a asumir los principios éticos de un modo íntegro y
responsable.
Habrá, seguramente, muchas
personas que incluso tras un periodo de vida honesto sucumban a tentaciones que
les lleve a la corrupción.
Habrá también, y eso es lo más
importante, otras personas (esperamos que muchas) que, con o sin controles,
vivirán de modo justo y promoverán sanas convivencias, que tanto ayudan a los
individuos, las familias y las sociedades.
Luego, tras la muerte, el
juicio justo de Dios, que incluye la misericordia para quienes se arrepienten y
reparan sus daños, dará a cada uno su merecido. Un juicio sin ningún error,
porque se basa en una mirada a la que nadie puede escapar...