SAN FRANCISCO

 

A medida ha ido pasando el tiempo he ido aprendiendo a admirar la figura de Francisco de Asís.

Cuando uno se acerca a su vida son varias las realidades que pueden despertar diversos sentimientos.

Su coraje para un cambio de vida radical. Su confianza en la providencia. Su paz, su pobreza, su amor a Dios. Sus prolongados ayunos. Sus penitencias físicas.

Algunas de sus actitudes responden a su tiempo y solamente entendibles en ese contexto.

Una de las cosas que más llaman mi atención es su convicción.

Todo lo que hizo lo realizó con una convicción tal que supo despertar en otros el deseo de unirse a su propuesta.

Con convicción asumió la tarea de reconstruir la Iglesia y se puso manos a la obra en ello. No dudó en comenzar a reconstruir paredes y techos en San Damián (una capilla cercana a su ciudad abandonada en ese tiempo)

Necesitó de mucho tiempo para asumir con convicción que la solicitud de Dios no respondía a un templo material sino a la Iglesia como tal y con su pobreza, austeridad, sencillez, amor y cercanía comenzó esa otra reconstrucción.

Con un grupo de seguidores fue hasta el Papa para ayudarle a que viera. En un primer momento, por su aspecto, pobreza y mal olor no fueron recibidos pero, días después, fueron bienvenidos por el Papa que les animó a continuar con su opción renovadora.

Toda la vida de Francisco es un canto a la sencillez, la humildad y la disponibilidad al servicio de Dios desde los más pobres.

Era tal su convicción que, poco a poco, muchos se fueron añadiendo a su causa.

Gente de buen pasar que comenzaban, con alegría y amor, a convivir y a vivir como pobres entre los pobres.

Gente acostumbrada a mesas opíparas que pasaban a vivir de lo que las almas caritativas dejaban en las puertas de sus casas para que los pobres saciaran su hambre.

Muchas deben de haber sido las críticas recibidas por muchos que no podían aceptar la alegría que aquellos hombres y mujeres felices por el cambio de vida experimentado.

De lujosos ropajes de telas finas y multicolores a una única vestimenta de tela áspera y de desabrido color.

Imposible entender tal cambio si no era desde el espíritu de Francisco y su alegría fiel.

Para una Iglesia que se codeaba con la pompa, el poder y la suntuosidad era imposible entender a aquellos seres mal vestidos y mal olientes.

Nadie podía entender la alegría con que vivían la pobreza y el amor al prójimo y, mucho menos, la felicidad que aquellos seres transpiraban.

Esa convicción de Francisco ha sido, sin lugar a dudas, una de las razones por la que se hizo muy grande en la historia del cristianismo.

Jamás supuso que su vida sería un modelo de vida trascendiendo los tiempos e inspirando a muchos.

Estoy seguro que si hubiese sospechado habría de ser un referente pasado tanto tiempo de su existencia habría redoblado sus privaciones aunque ello puede parecer un imposible actualmente.

Hoy en día que mucho se habla de la “opción por los pobres” Francisco nos muestra que dicha opción comienza por asumir un estilo de vida coherente con dicha opción puesto que la misma no puede reducirse a una enunciación o fórmula desprovista de vida.

Francisco nos muestra que optar por los pobres implica optar por la pobreza que se hace sencillez, humildad, entrega, dedicación y coherencia.

Se necesita estar muy convencido para vivir con alegría en medio de señalamientos, críticas y puertas que se cierran.

Se necesita de mucha convicción para asumir un estilo de vida donde la soledad es compañera permanente de camino.

Él lo hizo y nos muestra que vale la pena.

 

Padre Martin Ponce de León SDB