Recuperar el norte
P. Fernando Pascual
29-9-2019
Hay momentos en los que
individuos, grupos, incluso sociedades enteras, pierden su norte y vagan
desorientados.
A pequeños pasos, o con
acelerones sorprendentes, dejan a un lado el amor a la justicia, a la verdad,
al bien, a la belleza, y sucumben bajo la oscuridad del mal.
Ha ocurrido en el pasado,
cuando pueblos enteros quedaron fascinados por líderes fanáticos que provocaron
millones de muertos.
Ocurre en el presente cuando
el consumismo, o un falso sentido de tolerancia, o la exaltación del
"derecho a decidir", destruyen familias, provocan abortos, arrojan a
millones de personas al sinsentido materialista.
Incluso en el mundo de la
cultura y de la religión algunos quedan subyugados por la mentalidad dominante
y dejan en el olvido los temas centrales para la existencia humana.
En esos momentos, urge una
especie de milagro, personal y colectivo, que permita recuperar el norte, abrir
los ojos a la realidad, denunciar el mal que ofusca a muchos, y promover el
bien que todos anhelamos, incluso sin saberlo.
Frente a sociedades donde
miles de abortos son vistos como algo ordinario, donde los matrimonios se
rompen con más facilidad que un contrato, y donde la búsqueda del placer ha
llegado a ser obsesiva, hacen falta mártires y santos.
El mundo sucumbe ante las
tinieblas del mal por la mediocridad de muchos, por la avidez de otros, y por
el entusiasmo arrollador de los promotores de ideales falsos y de culturas de
muerte.
En cambio, el mundo recupera
su norte cuando corazones generosos, llenos de amor y de esperanza, se abren a
Dios, denuncian proféticamente los grandes males de nuestro tiempo, y promueven
la verdadera cultura de la vida.
Resuena hoy, como hace varias
décadas, la voz de San Juan Pablo II, que gritaba, con el deseo de despertar
conciencias, una enérgica invitación dirigida a nuestro mundo:
"¡Cristo ha vencido el
pecado en su Cruz y Resurrección: someteos a su poder! ¡Mundo contemporáneo! (Sométete a su poder!
¡Cuanto más descubres en ti las viejas estructuras de pecado, cuanto más
sientes el horror de la muerte en el horizonte de tu historia, tanto más
sométete a su poder!" (San Juan Pablo II, Mensaje Urbi et Orbi, 3 de abril
de 1983).