Poner nuestra confianza en
Dios
P. Fernando Pascual
22-9-2019
Somos frágiles. Basta un
viento, una comida, un descuido en carretera, y sufrimos durante días, incluso
por semanas, a causa de enfermedades o de heridas.
Desearíamos superar esa
fragilidad, defendernos de la misma. Acumulamos medicinas. Buscamos consejos en
Internet o entre amigos. Pagamos seguros de accidente o de enfermedad.
Pero ni los bienes materiales,
ni los consejos (algunos equivocados), ni la atención a lo que pasa a nuestro
alrededor, son suficientes para evitarnos situaciones de peligro y daños en el
cuerpo.
Además, la fragilidad afecta a
nuestros corazones. El egoísmo nos amenaza de mil maneras y nos empuja hacia el
pecado. Los comentarios críticos de otros pueden provocar heridas profundas en
el alma.
Frente a tantas contingencias,
necesitamos poner nuestra confianza en Dios. Porque, aunque buenos amigos y
personas honestas nos ayudan mucho, al final solo un Dios Padre y Omnipotente
puede fundar una auténtica esperanza.
En el Evangelio Jesús nos
invita a no confiar en las riquezas ni en los otros bienes materiales, pues
todo es frágil, mudable, sometido a los mil avatares de la vida.
"Por eso os digo: No
andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con
qué os vestiréis: porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que
el vestido" (Lc 12,22-23).
Sí: lo material está sometido
al desgaste. Nuestra carne puede quedar herida en cualquier momento. Ante lo
caduco de todo lo presente, necesitamos aprender a vivir como las aves del
cielo o como los lirios del campo (cf. Lc
12,24-30).
Entonces, ¿qué hacer? Nos lo
dice Jesús: "Buscad más bien su Reino, y esas cosas se os darán por
añadidura. (...) Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se
deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la
polilla; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón"
(Lc 12,31‑34).
Cada día puedo vivir como hijo
que confía en su Padre. Al poner la esperanza en Dios, habrá paz en mi alma, y
buscaré usar los talentos recibidos y los bienes materiales para el bien de
quienes más lo necesitan.