El esfuerzo en la oración
P. Fernando Pascual
15-9-2019
En cada oración se produce una
síntesis entre la acción de Dios y la acción del hombre. Por eso resulta clave
entender lo que corresponde a cada uno, para emprender el camino de la oración
de modo fecundo.
Hacia el final de una obra
anónima del siglo XIX, "El peregrino ruso", se explica cómo la
cantidad de la oración depende de cada uno, mientras que la calidad (lo más
importante) depende de Dios.
Dios desea que el hombre se
esfuerce en la oración, ponga lo mejor de sí mismo, empiece con decisión cada
acto que nos abre al encuentro con Su Amor.
Santa Teresa de Jesús usa
continuamente palabras que describen el esfuerzo de la oración. En concreto, en
el castellano de su tiempo, alude a la determinación, es decir, al propósito.
Incluso en un escrito emplea
una expresión muy suya, reduplicativa: hace falta, para orar, una
"determinada determinación". Es como si dijese que necesitamos una
voluntariosa voluntad, o una decidida decisión, o un esforzado esfuerzo, o un
propósito propositivo...
"Ahora, tornando a los
que quieren ir por él y no parar hasta el fin, que es llegar a beber de esta
agua de vida, cómo han de comenzar, digo que importa mucho, y el todo, una
grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga
lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure
quien murmurare, siquiera llegue allí, siquiera se muera en el camino o no
tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el
mundo..." (Santa Teresa, "Camino de perfección", 21,2).
En otros muchos lugares, santa
Teresa insiste en ese determinarse, en ese proponer y trabajar con firmeza y
esperanza en el camino que lleva al cielo, al encuentro con el Esposo, a la intimidad
con el Dios que nos ama.
El "Catecismo de la
Iglesia Católica" recoge este tema en la parte IV, sección primera,
capítulo 3, artículo 2, con el título "El combate de la oración".
Allí se presentan las dificultades de quien busca orar y la necesidad de un
trabajo continuo y sereno para superarlas.
La calidad de la oración
depende, si volvemos la mirada a "El peregrino ruso",
fundamentalmente de Dios, el único que puede regalar al alma las delicias del
encuentro con Él. Pero el don de Dios, como recuerda santa Teresa de Jesús, se
da a "ánimas determinadas" o animosas (cf. "Camino de
perfección", 21,4; "Vida" 13,2).
Por eso, cuando el alma
trabaja firmemente, animosamente, determinadamente, Dios la socorre y la lleva
al triunfo de la oración, al regalo del encuentro con Él.
"Dios a un alma que la
dispone para tener oración con voluntad, aunque no esté tan dispuesta como es
menester, y cómo, si en ella persevera, por pecados y tentaciones y caídas de
mil maneras que ponga el demonio, en fin tengo por cierto la saca el Señor a
puerto de salvación, como, a lo que ahora parece, me ha sacado a mí"
("Vida" 8,4).
Vale la pena, pues, ese
esfuerzo, acompañado de humildad y confianza. Dios no abandona a sus hijos,
sobre todo si ve que luchan y llaman, que buscan y piden, el don de encontrarse
con Él y vivir plenamente en Su Amor.