Los espejismos idealizantes
P. Fernando Pascual
1-9-2019
Un espejismo idealizante es aquel que observa una realidad y la describe
solo desde los aspectos positivos, reales o imaginarios, mientras deja de lado
lo oscuro, negativo o problemático.
Ocurre, por ejemplo, en el
famoso mito del buen salvaje. O cuando líderes políticos exaltan una raza
(aria, nórdica,...) como superior. O cuando intelectuales presentan una clase
social (la proletaria, por ejemplo) como buena y con "derecho" a aplastar
a las demás clases.
Surgen así análisis
distorsionados, espejismos idealizantes. Normalmente
se construyen desde la exaltación de una época, una clase, una raza, una
ideología, un territorio. Suelen ir acompañados por la crítica, incluso por el
desprecio, hacia otras realidades.
Los espejismos idealizantes, al ignorar unas cosas, al inventar otras, al
despreciar lo diferente y exaltar lo considerado bueno, incurren en graves
males: el alejamiento de la verdad, la imposibilidad de reconocer los propios
errores de perspectiva.
Por eso, cuando se leen
ciertos análisis sobre tribus "incontaminadas", sobre lugares
paradisíacos donde la gente vive en perfecta armonía con la naturaleza, sobre
las bondades de los autóctonos frente a las maldades de los inmigrantes que
destruyen automáticamente todo lo que pisan, vale la pena abrir los ojos y
reconocer que estamos ante un espejismo idealizante.
Podemos conocer la realidad de
cualquier realidad humana, sea que se encuentre en la lejana Siberia, en la
inmensa Amazonia, entre los rascacielos de Estados Unidos o en las montañas de
Suiza, solo cuando tengamos los ojos abiertos a los hechos y la mente limpia de
prejuicios (condenatorios o laudatorios).
Con un poco de sentido común,
y con una mirada auténtica y sincera, seremos capaces de descubrir que entre
los corredores de bolsa de una moderna ciudad occidental hay gestos humanos
sumamente bellos o bellaquerías que nos llenan de vergüenza.
Como también ocurre que en una
tribu aislada en una isla del Pacífico o en la selva ecuatorial conviven gestos
maravillosos de amor y, por desgracia, comportamientos llenos de odio y de
desprecio hacia otras tribus o hacia personas concretas (del mismo grupo o de
otros grupos).
Dejar a un lado espejismos idealizantes nos permite algo sumamente necesario en un
mundo lleno de análisis engañosos: tener las disposiciones necesarias para
reconocer, en cualquier grupo humano del pasado o del presente, aquello que lo
caracteriza, sea en sus defectos y vicios, sea en sus cualidades y virtudes.