Pedir y ofrecer oraciones
P. Fernando Pascual
27-8-2019
Es un gesto sencillo que
ocurre con frecuencia: pedimos oraciones, ofrecemos oraciones.
¿Qué significa pedir a otros
que recen por uno mismo o por otros? Que creemos en el poder de la oración, que
confiamos en un Dios que escucha nuestras plegarias.
En el Evangelio, Cristo mismo
nos invita a rezar sin cansancio: "Pedid y se os dará; buscad y hallaréis;
llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y
al llama, se le abrirá" (Mt 7,7‑8).
En el fondo de las oraciones
brilla la certeza de que tenemos un Padre en los cielos que busca ayudarnos en
aquello que sirva para nuestro bien.
"Si, pues, vosotros,
siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro
Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!" (Mt
7,11)
Junto a la confianza en Dios,
al pedir y al ofrecer oraciones creemos en la belleza de ese cariño humano que
se interesa por las necesidades de otros y que busca caminos eficaces para
ayudar.
Esos caminos incluyen,
ciertamente, la cercanía y la capacidad para percibir qué puede hacer en
concreto por el bien del otro.
Pero sabemos que las ayudas
humanas, fundamentales en tantas situaciones y llenas de la belleza del amor
auténtico, necesitan en muchos casos algo más radical y completo que solo puede
venir de Dios.
Llegan nuevas peticiones de
oración. Me piden que rece por la salud de un niño, por la paz en una frontera,
por las necesidades económicas de una familia, por el trabajo que está buscando
aquel joven.
Hoy puedo mirar al cielo y
pedir, con sencillez y confianza, al Padre por estas y tantas necesidades. Mis
oraciones se unen a la más potente de todas las oraciones humanas: la de Jesús,
Hijo de Dios e Hijo de María, que no deja nunca de interceder por nosotros, sus
hermanos...