Imposiciones antiimpositivas
P. Fernando Pascual
20-8-2019
De vez en cuando aparecen
textos o se escuchan conferencias que critican las actitudes de superioridad,
al mismo tiempo que invitan a estar con los otros en una disposición de
igualdad y de apertura hacia "lo diferente".
Entre quienes defienden estas
ideas, algunos explican que las imposiciones son dañinas, que los complejos de
superioridad impiden comprender al otro, que las condenas y los anatemas no
sirven para el encuentro con el diverso.
Estas ideas son sugestivas,
pero encierran una pequeña paradoja. Por un lado, muestran lo dañino que
significa creerse superiores por defender una idea y condenar a otros. Por
otro, condenan a quienes se creen superiores...
Ahí surge la paradoja: al defender
que las imposiciones serían malas, se busca "imponer" la idea de que
lo mejor es dejar a un lado las imposiciones y vivir de otra manera.
En realidad, al defender
cualquier idea, también al declarar que las imposiciones serían malas, se
incurre en aquello que se supone como "negativo": nadie defiende que
una cosa sea mala si no está convencido de que hay que erradicarla.
Desde luego, los modos con los
cuales uno critica ciertas ideas y defiende las propias pueden ser mejores o
peores. Serán buenos cuando propician un sano diálogo. Serán malos si se usa
violencia para acallar a quienes sostienen ideas diferentes de las propias
cuando tales ideas pueden defenderse legítimamente en un debate.
Afirmar, como se escucha de
vez en cuando, que los que creen tener razón son peligrosos, no solo es
erróneo, sino contradictorio. Porque al criticar a los convencidos de una idea
como si fueran "impositivos" o "intolerantes" se incurre en
un deseo antiimpositivo que es, en el fondo, una
imposición.
Es bueno recordar que quienes
defienden una idea y están convencidos de la misma no incurren automáticamente
en una imposición negativa. Simplemente tienen la honestidad de manifestar las
propias convicciones, lo cual es muy positivo en cualquier diálogo bien
llevado.
Para evitar imposiciones antiimpositivas, lo mejor es abrirse a quienes defienden
otras ideas y lo saben hacer correctamente, pues de este modo actúan con
sinceridad.
Si, además, esas personas
tienen la convicción de que una idea defendida educadamente puede ayudar a
otros a evaluarla, a acogerla o rechazarla desde una mente crítica, serán
buenos compañeros de camino en ese deseo tan humano de encontrar lo verdadero,
venga de donde venga.