El noviazgo free ¿es la opción?
Rebeca Reynaud
Andar de
free significa andar en amoríos con una pareja sin adquirir
compromisos. Es una actitud típica de personas superficiales, light, que no han aprendido a
amar.
Un noviazgo free no
es tan libre como parece porque también tiene sus reglas:
No hay obligación de llamarse.
Nada de andar con celos.
No hay compromiso.
No hay que pedir ni rendir cuentas, ni cuestionar al
otro.
No esperar nada del otro, excepto el gusto de vivir el
momento.
No tener un proyecto en común ni un plan a futuro.
Lo que no se dice, porque es tabú, es: Nos gustamos pero no nos amamos,
sólo “nos usamos”.
Hay plena libertad para salir con otras parejas.
Cada una podrá tener aparte una pareja estable sin que
ello sea un obstáculo para andar de free.
En esa relación se impone el instinto, la atracción,
no la generosidad, ni el sacrificio.
Karla decía: “¿para
qué tener a uno si puedo tener a casi todos?”. Lo que Karla propone es
que la mujer accesible a todos, y no se da cuenta de que ello lo puede llevar a
una esclavitud: A ser adicta al sexo. Olvida que forma parte de la dinámica
del amor aspirar a lo
definitivo.
Otros entienden, por noviazgo free,
irse a la cama nada más conocerse, pero esto no lo tratamos aquí por ser una
triste perversión.
En el noviazgo
sin compromiso la persona huye
del riesgo, que es lo mismo que decir que “tiene miedo a la libertad”.
El hombre prefiere ser masa
receptiva de propaganda que factor individual de pensamiento crítico.
Muchos jóvenes aman la libertad y no saben ni qué es la libertad. ¿Qué
es la libertad? La libertad es la propiedad espiritual que tiene todo
ser espiritual de elegir, de realizar la elección de su vida, que es la elección de su fin (Cornelio
Fabro). La libertad nos perfecciona o nos hace
esclavos: depende de qué elegimos. El hombre no vale por lo que tiene o lo que es, sino por lo que decide.
El libertinaje
contribuye al eclipse del valor de la vida humana. La libertad se entiende como
la capacidad de hacer lo que a cada cual se le antoje, movido por su propio
interés, iniciando de esa manera, la nueva cultura de un individualismo
egoísta, que no debe rendir cuenta de sus actos a nadie.
La causa de que
haya libertad no reside en mi conciencia de ella. Al revés, tengo conciencia de
mi libertad debido a que soy libre. El hombre no es libre porque pueda prescindir de sus ataduras sino porque puede decidir a
qué vinculaciones quiere quedar atado. Y no es más libre si las ataduras son
menores. Al contrario, la libertad estará en proporción de la profundidad de
los proyectos con que se vincule; la libertad llega a su fondo cuando llega a
nuestro propio ser.
Para entender
bien la esencia de la libertad debemos evitar los extremos del movimiento
pendular: en un extremo, se confiere la primacía a la liberación sobre el
proyecto, y en otro, se la otorga al proyecto por encima de nuestra propia
naturaleza.
Me decía una chica de 17 años: “por
el momento tengo miedo de casarme y de que
mi marido no me deje trabajar ni desarrollarme en mi profesión. Y, ¿cómo
conocer bien a las personas?”.
A las personas se les conoce observándolas. Y en un
noviazgo, antes de enamorarse hay que preguntarle al otro qué piensa del
trabajo de la mujer fuera de casa, de su desarrollo personal y profesional,
para luego no tener sorpresas.
Si alguien sólo es de carácter respetuoso, considerado
y servicial con determinadas personas y con otras no, definitivamente no es
respetuoso, considerado y servicial: solamente “está actuando”. Hay que
observar cómo se comporta esa persona con aquellos de quienes no espera nada,
cómo soporta y reacciona ante los roces y tensiones que conlleva toda
convivencia. A los seres humanos se les conoce en los momentos de tensión, de
crisis, de fracaso, de frustración. Dice Saint-Exupery:
que el hombre se mide a sí
mismo con el obstáculo.
San Agustín
dice: si quieres conocer a una persona, no te fijes en lo que hace y dice;
fíjate en ¿qué ama, qué desea? Lo que uno desea es lo que uno es. ¿A
dónde se le va el corazón a mi novio (a)?... ¡allí están sus amores! Para
conocerse hay que saber: “A mí lo que me mueve en la vida es esto” Eso
simplifica mucho el propio conocimiento.
El matrimonio es la situación existencial que más
felicidad puede proporcionar a la mayoría de los seres humanos. Por eso todo el
mundo se quiere casar, pues el matrimonio es una estructura creada por el amor
total para expresarse y perpetuarse.
Si hay una decisión importante en la vida del ser
humano es la de casarse. Sin embargo, si hay algo que no se piensa es
precisamente esto. Entregarse al otro no es someterse –a menos de que él sea un
tirano-, es amar y compartir penas y alegrías.
Es propio del
corazón humano aceptar exigencias, incluso difíciles, en nombre del amor. El
novio que ama a su
novia, sabe esperar, y no pide una prueba
de amor, cuando él no puede ofrecerle un matrimonio con la misma prisa con
la que él pide la prueba de
amor. Cuando un varón elige a una mujer, la elige de acuerdo con el perfil
psicológico y moral que trae dentro: De algún modo refleja su alma. La mujer
también tiene su decisión: puede elegir entre resultar encantadora o
provocadora, es decir, puede optar por ser una dama o una hembra.
El problema de
la sexualidad, cuando es determinado por la mera genitalidad —absolutamente
desvinculada de las dimensiones psicológica, social, ética y trascendente que
le son propias—, considera al sexo como un objeto de consumo más, en vez de
fomentar un comportamiento sexual constructivo de la personalidad.
Los medios
masivos de comunicación social difunden la ideología del hombre
"light" cuya única referencia es su propio bienestar entendido como
un consumismo desenfrenado o como un disfrute irresponsable de un pasatiempo
fácil.
Los jóvenes han
de saber que la calidad de los sentimientos se mide por
la conducta, no por la pasión. Hay que actuar “con” pasión, pero no
“por” pasión.
La sexualidad
pertenece al designio originario del Creador; pero pide a todos que la respeten
en su naturaleza profunda, por amor a la verdad de la persona humana. Por eso
es moralmente inaceptable el “amor libre” y la homosexualidad. La pureza de
vida es necesaria, la castidad no significa rechazo ni menosprecio de la
sexualidad humana: significa más bien energía espiritual que sabe defender el
amor de los peligros del egoísmo y de la agresividad, y sabe promoverlo hacia
su realización plena (cfr. Familiaris
consortio).
Un poeta
contemporáneo dice que el hombre maduro buscaría un “triste amor”, un “amor
apaciguado”, sin peligro, sin venda ni aventura, esperando “en el amor prenda
segura”, cuando “en amor locura es lo sensato”.