Una reflexión sobre la vida
P. Fernando Pascual
24-7-2019
Unos hechos ocupan el lugar de
otros. La vida transcurre, entre pérdidas y ganancias, lágrimas y alegrías.
El tiempo no se detiene. Los
años pasan. La memoria acumula experiencias y recuerdos.
En algunos momentos, la mirada
hacia el pasado permite alcanzar un juicio. Hacemos cuentas y preguntamos: ¿valió
la pena?
Necesitamos buscar tiempos
para hacer una reflexión sobre la vida. No siempre alcanzaremos la perspectiva
justa. Pero seguramente encontraremos criterios buenos.
Un poeta argentino, hace ya
muchos años, expresaba su descubrimiento: lo sufrido, lo llorado, lo perdido,
tienen sentido si nos condujeron a metas buenas, a reencuentros, a amores que
no pasan.
Aquí su poesía:
"Si para recobrar lo
recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado.
Si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he
comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.
Porque después de todo he
comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado".
(Francisco Luis Bernárdez, "Soneto",
en "Cielo de tierra", Buenos Aires 1937).
Sí: lo hemos experimentado más
de una vez. Lo sufrido y lo llorado adquieren su lugar si descubrimos que nos
acercaron a un amor, a una belleza, a un bien más grande.
En palabras cristianas, vale
la pena todo lo sufrido para crecer en el amor a Dios y a los hermanos.
Entonces, como el poeta,
descubrimos que las flores del árbol tienen vida desde raíces ocultas. O, como
enseña Cristo en el Evangelio, reconocemos que el grano de trigo que muere en
el surco da mucho fruto... (cf. Jn 12,24).